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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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hombres, por ejemplo, que acuden a las «casas» para hacerse azotar por negros; homosexuales<br />

pasivos que exigen parejas <strong>negra</strong>s.<br />

Otra solución sería la siguiente: de entrada hay una agresividad sádica frente al<br />

negro; después, complejo de culpabilidad porque la cultura democrática del país en<br />

cuestión censura ese comportamiento. Esa agresividad es entonces soportada por el<br />

negro, de ahí el masoquismo. Pero, nos dirán, vuestro esquema es falso: no encontramos<br />

ahí los elementos del masoquismo clásico. Puede ser, en efecto, esta situación<br />

no es clásica. En todo caso, es la única forma de explicar el comportamiento<br />

masoquista del blanco.<br />

Desde un punto de vista heurístico, sin contar con la realidad, nos gustaría proponer<br />

una explicación del fantasma: un negro me viola. Tras los estudios de Héléne<br />

Deutsch39 y de Marie Bonaparte40, en los que ambas han retomado y en cierto sentido<br />

llevado a su último término las ideas de Freud sobre la sexualidad femenina, sabemos<br />

que, alternativamente clitoridiana, clitoridiana-vaginal, después vaginal<br />

pura, la mujer (conservando más o menos intrincadas su libido, concebida como<br />

pasiva y su agresividad, habiendo franqueado su doble complejo de Edipo) llega, al<br />

término de su progresión biológica y psicológica, a la asunción de su rol que cumple<br />

la integración neuropsíquica. Sin embargo, no podríamos dejar pasar en silencio<br />

ciertas taras y ciertas fijaciones.<br />

A la fase clitoridiana le corresponde un complejo de Edipo activo, aunque, según<br />

Mqrie Bonaparte, no haya una sucesión sino una coexistencia de lo activo y de<br />

lo pasivo. La desexualización de la agresividad en la niña está menos lograda que en<br />

el niño41. El clítoris se percibe como un pene en pequeño, pero, sobrepasando lo<br />

concreto, la niña sólo retiene la cualidad. Ella aprehende la realidad en términos<br />

cualitativos. Como en el caso del niño, existirán en ella pulsiones dirigidas hacia la<br />

madre; ella también querría destripar a la madre.<br />

Pero nos preguntamos sí, junto a la realización definitiva de la feminidad, no habría<br />

una persistencia de ese fantasma infantil «Una aversión demasiado viva a los<br />

juegos brutales del hombre, en una mujer, es además estigma sospechoso de protesta<br />

masculina y de bisexualidad excesiva. Una mujer así es probable que sea una clitoridiana»42.<br />

Esto es lo que nosotros pensamos. En primer lugar la niña ve que el<br />

padre, libidinal agresivo, pega a un niño rival. En ese estadio (entre cinco y nueve<br />

años), el padre, ahora el polo libidinal, se niega en cierto modo a asumir la agresivi­<br />

39 Héléne Deutsch, P sychology ofW om en, Nueva York, Gruñe & Stratton, 1945.<br />

40 Marie Bonaparte, «De la sexualité de la femme», R evue frangaise de Psychanalyse, abril-junio<br />

de 1949.<br />

41 Ibid.<br />

42 Ibid., p. 180.<br />

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