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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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ni indirectamente, como a hombres y, por lo tanto, a falta de tal interpelación, nunca<br />

llegaron a constituirse en tanto que hombres plenamente. Si procuramos comprender<br />

su ontología, la ontología de estos hombres a los que nunca se interpeló como a<br />

hombres, nos encontramos con que no es posible localizar ninguna determinación<br />

que se mantenga de manera constante. El interpelar cara a cara a un «tú» tiene la capacidad<br />

de conferir un cierto grado de reconocimiento, de incluir al otro en un intercambio<br />

potencial de discurso; sin el concurso de dicho reconocimiento y de dicha<br />

interpelación recíproca, no llegará a surgir ser humano alguno. El lugar que ocupaba<br />

el ser humano es suplantado por un espectro, un espectro al que Sartre se refiere<br />

como «zombi», la figura sombría que nunca alcanza a ser lo bastante humana ni lo<br />

bastante inhumana. De modo que si nos vemos en la necesidad de narrar la prehistoria<br />

de este complejo ámbito de discursos dentro del contexto de Los condenados de la<br />

tierra de Fanón, o más bien de los dos ámbitos de discurso que distinguen el prefacio<br />

tradicional del texto mismo, comenzaríamos, de acuerdo con Sartre, por la opinión<br />

de que los colonizadores no dispensaban un «vosotros» a los colonizados, de que ni<br />

se dirigían ni podían llegar a dirigirse directamente a ellos, y de que, en consecuencia,<br />

les escatimaban una cierta determinación ontológica, una determinación que es<br />

consecuencia exclusiva del reconocimiento en tanto que intercambio recíproco, en<br />

tanto que una serie de actos mutuamente constitutivos.<br />

El colonizador no dispensaba un «tú» al colonizado, y en el prefacio de Sartre de<br />

nugvo, por paradójico que resulte, el «vosotros» se reserva exclusivamente al colonizador.<br />

¿Quién se encargará de hablar al colonizado? De acuerdo con Fanón, el colonizador<br />

no representa el «tú», o eso es lo que nos cuenta Sartre, si bien de acuerdo<br />

con él, tampoco el colonizado representa el «tú». De manera que Sartre prosigue con<br />

la misma tradición de no-interpelación que se proponía condenar. Sartre habla como<br />

lo haría un doble espectral: al mismo tiempo, en nombre del europeo que se vanagloria<br />

de la deconstitución de sus privilegios como algo que puede darse por hecho,<br />

pero asimismo presa de una vena normativa, instando al resto de europeos a seguir<br />

su ejemplo. Cuando Sartre dice efectivamente que «vosotros no sois el lector al que<br />

se dirige este texto», él mismo forma parte del grupo que debe sufrir la deconstitución<br />

de sus privilegios; sin embargo, al interpelarlos, no los deconstituye sino que,<br />

por el contrario, los vuelve a constituir de nuevo. El problema, por supuesto, es que al<br />

dirigirse a ellos como privilegiados, al dirigirse a ellos en tanto que un hablante privilegiado<br />

a otro hablante privilegiado, consolida sus privilegios asimismo. Y donde<br />

antes, los colonizadores, al negarse a interpelar a los colonizados, ponían en peligro<br />

su determinación ontológica, ahora, de acuerdo con el uso que le da Sartre, el «vosotros»<br />

-dirigido hacia sus contrapartes europeas- se ve obligado a asumir la responsabilidad<br />

ante esta situación de destitución colonial. Sartre moviliza la segunda persona,<br />

arremete por medio de su «vosotros», con el fin de señalar quién debe asumir la<br />

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