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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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¿Por qué deberían existir estados subjetivos? ¿Por qué la experiencia debería ser,<br />

tal y como propone Chalmers, un rasgo fundamental por derecho propio? La propuesta<br />

consiste en que la tesis de Fanón, la idea de que tras la filogenia y la ontogenia<br />

se alza la sociogenia, pone de manifiesto cómo la construcción cultural de «estados<br />

mentales cualitativos» específicos (tales como la reacción adversa que los europeos<br />

blancos sienten, y que los mismos negros sentimos ante nuestro propio color de piel<br />

y nuestra propia fisonomía), constituyen estados que corresponden específicamente<br />

a los modos de experiencia subjetiva que definen cómo es ser humano, de acuerdo<br />

con los términos de la actual concepción cultural acerca de qué es ser humano; y, de<br />

acuerdo con los términos de su principio sociogénico, al igual que en el caso de la experiencia<br />

subjetiva del murciélago acerca de cómo es ser murciélago, se trata de estados<br />

que definen qué es ser la expresión vital de un principio genómico que corresponde<br />

específicamente a una especie dada. ¿Cómo han llegado las cosas a suceder de<br />

este modo? En su libro R hetoric and Philosohy. The H umanist Tradition, Ernesto<br />

Grassi señala que el modo humano de ser llegaría a existir únicamente a través de la<br />

ruptura que nuestra especie estaba evolutivamente preprogramada para realizar, gracias<br />

a su singular capacidad para el lenguaje, una ruptura con respecto a los «signos<br />

directrices» genéticamente organizados que ocasionan el comportamiento de las formas<br />

de vida estrictamente orgánicas, al reemplazar la hegemonía de dichos signos<br />

por los signos directrices de un nuevo código rector humano determinado por la Palabra,<br />

o por el Logos Sagrado del discurso religioso. Este discurso, al determinar ritualmente<br />

aquello que debía decirse, y aquello que debía hacerse, daba lugar a que<br />

los comportamientos de los sujetos que pertenecían al mismo resultasen de una n ecesidad<br />

no menos perentoria de lo que lo eran los comportamientos característicos<br />

de las especies que corresponden específicamente a las formas de vida estrictamente<br />

orgánicas con respecto a los «signos directrices» genéticamente programados (Grassi,<br />

1980, p. 106). Llevando la argumentación aun más lejos, al sostener que los nuevos<br />

signos directrices característicos del Logos únicamente podrían haber surgido en la<br />

vida del planeta en el momento en que una determinada especie llegó a experimentar<br />

como «insuficientes» los «signos directrices» genéticos, Grassi plantea que fue<br />

precisamente esta inicial insuficiencia lo que condujo al surgimiento de la Palabra y,<br />

de este modo, al surgimiento de ese nuevo código rector hum ano, a través de cuya mediación<br />

verbal «la vida recibiría ahora un significado completamente diferente si lo<br />

comparamos con el de la vida biológica» {ibid., p. 110).<br />

Dos académicos, Donald Campbell y Philip Lieberman -sociólogo el primero, y<br />

lingüista el segundo- han definido esta insuficiencia en términos que resultan paralelos.<br />

Campbell propuso que, a pesar de que, en tanto que humanos, vivimos en<br />

sociedades que resultan incluso más complejas y que están concebidas a mayor escala<br />

que las sociedades de los insectos, nosotros, a diferencia de estos últimos, no<br />

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