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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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lado, sino en el núcleo del problema. Me he interesado personalmente por el destino<br />

francés, por los valores franceses, por la nación francesa. ¿Qué tengo yo que ver<br />

con un Imperio negro?<br />

Georges Mounin, Dermenghem, Howlett, Salomon se han prestado a responder<br />

a la encuesta sobre la génesis del mito del negro. Todos nos han convencido de una<br />

cosa. Una auténtica aprehensión de la realidad del negro debería hacerse en detrimento<br />

de la cristalización cultural.<br />

Hace poco leía en un periódico para niños esta frase, que ilustraba una imagen en<br />

la que un joven scout negro presentaba una aldea <strong>negra</strong> a tres o cuatro scouts blancos:<br />

«Y esta es la caldera en la que mis ancestros cocían a los vuestros». Se admite sin problemas<br />

que ya no hay negros antropófagos, pero acordémonos... Con todo rigor, por<br />

otra parte, creo que el autor, sin saberlo, ha prestado un servicio a los negros. Porque<br />

el joven blanco que lo lea no se imaginará al n egro comiéndose al blanco, sino habiéndoselo<br />

comido. Incontestablemente, hay un progreso.<br />

Antes de terminar este capítulo querríamos transcribir unas observaciones que<br />

debemos a la amabilidad del médico jefe del pabellón de mujeres del hospital psiquiátrico<br />

de Saint-Ylie. Este caso aclara el punto de vista que aquí defendemos.<br />

Muestra que, in extremis, el mito del negro, la idea del n egro llega a determinar una<br />

auténtica alienación.<br />

La señorita B... tiene diecinueve años cuando entra en el hospital en el mes de<br />

marzo de 19... El informe está redactado en los términos siguiente: «El abajo firmante,<br />

doctor P ..., residente de los Hospitales de París, certifica haber examinado<br />

a la señorita B ..., que sufre de problemas nerviosos consistentes en crisis de agitación,<br />

inestabilidad motriz, tics, espasmos conscientes, pero que no puede evitar. Estos<br />

problemas están aumentando y le impiden llevar una vida social normal. Es necesario<br />

tenerla en observación en un establecimiento regido por la ley de 1838 en<br />

régimen de estancia voluntaria».<br />

El informe diario del médico-jefe: «Aquejada de una neurosis con tics acaecida a<br />

la edad de diez años, que se agrava con la pubertad y los primeros trabajos fuera de<br />

casa. Depresión pasajera con ansiedad acompañando un recrudecimiento de los<br />

síntomas. Obesidad. Solicita ser curada. Se encuentra segura en compañía. Enferma<br />

de régimen abierto. Mantener».<br />

En los antecedentes personales no se encuentra ningún proceso patológico. No<br />

se retiene de ellos más que una pubertad a los dieciséis años. El examen somático<br />

no revela más que una adiposidad, una infiltración mínima de los tegumentos que<br />

hace pensar en una insuficiencia endocrina ligera. Períodos menstruales regulares.<br />

Una entrevista permite precisar los puntos siguientes: «Los tics aparecen sobre<br />

todo cuando trabajo» (la enferma estaba colocada y vivía, por tanto, fuera del ambiente<br />

familiar).<br />

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