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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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como si todo ello discurriese a través de una inexorable fuerza de transitividad, se<br />

asegura asimismo que los colonizados se convierten en lo que son por su «profundo<br />

rechazo ante lo que otros han hecho de [ellos]» (p. 17).<br />

Sartre parece suscribir una teoría de asimilación o mimetismo psicológico que<br />

simplemente transferiría la violencia del colonizador a la violencia del colonizado.<br />

En su opinión, los colonizados asimilan y recrean la violencia que se ejerce contra<br />

ellos, pero del mismo modo rechazan convertirse en lo que el colonizador ha hecho<br />

de ellos (p. 17). Si esto supone una contradicción, se trata de una contradicción en<br />

la que los colonizados se ven obligados a vivir. Del mismo modo en que, anteriormente,<br />

señalábamos la elección imposible a la que se enfrentan: «Si pelea, le matarán;<br />

si se rinde, se degrada a sí mismo». Se vuelve violento por causa de la violencia<br />

que se ejerce contra él, pero esta violencia pone en riesgo su propia vida; si no logra<br />

volverse violento, continuará siendo la víctima, y «la vergüenza y el miedo dividirán<br />

su carácter y harán pedazos su ser más íntimo» (p. 15). Vergüenza, porque no podría<br />

o no querría asumir la violencia para contrarrestar a la violencia, y miedo, puesto<br />

que sabe de lo precaria y efímera que resulta su vida bajo el gobierno colonial impuesto<br />

a través de la violencia.<br />

El problema de la violencia, entonces, parece manifestarse aquí, en lo que Bhabha<br />

denomina «supervivencia psicoafectiva», en un yo puesto en peligro por la vergüenza<br />

y el miedo, en un yo internamente dividido y en riesgo de quedar reducido a<br />

pedazos. La cuestión es si existe algo que pueda poner fin a esta división fatal del<br />

yo, y por qué la violencia parece ser el camino que conduce hacia la yoidad, el autodominio<br />

e incluso la vida. Obsérvese que este yo es distinto de aquél que se limita a<br />

asimilar o a imitar, y a devolver ciegamente la violencia que se ejerce contra él. Existe,<br />

aquí, un pasaje que discurre a través de un yo diezmado que está a la búsqueda<br />

de una guía, y la violencia parece ser un camino en esta precisa dirección. ¿Es éste<br />

el único camino existente? ¿Y pensaba de este modo Fanón?<br />

Con el fin de responder a estas preguntas, debemos comprender primero qué es<br />

lo que ocurre con la violencia cuando el colonizado la toma y retoma en nombre de<br />

una resistencia insurgente. Es tan sólo «en un principio» cuando la violencia pertenece<br />

al colono, y únicamente entonces, con posterioridad, cuando llega a formar<br />

parte de él. ¿Es la violencia que el colonizado hace suya diferente de la violencia impuesta<br />

por el colono? Cuando Sartre intenta dar cuenta de esta violencia secundaria,<br />

de la violencia que se deriva a partir de la violencia del colono, menciona que<br />

«recae sobre nosotros igual que en el momento en que nuestro reflejo sale a nuestro<br />

encuentro al dirigirnos hacia el espejo» (p. 17). Esta descripción sugiere que la violencia<br />

insurgente no es sino el reflejo de la violencia del colonizador, como si entre<br />

ambas existiese una simetría, y la segunda se siguiese sólo en tanto que reflejo dialéctico<br />

de la primera. Pero esto no puede darse totalmente por cierto. Dado que el<br />

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