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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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una conferencia una aventura personal. Esta aventura es universalmente conocida.<br />

Raros son los negros que residen en Francia y que no la hayan vivido. Siendo como<br />

era católico, se dirigía a una peregrinación de estudiantes. Un cura, avistando a ese<br />

ser moreno entre su tropa le dice: «¿Tú salir por qué de sabana y venir con nosotros?».<br />

El interpelado respondió muy cortésmente y el corrido de la historia no fue<br />

el joven desertor de la sabana. Se rió el malentendido y la peregrinación siguió su<br />

curso. Pero si nos detenemos en ello, veremos que el hecho de que el cura se dirigiera<br />

a él en petit-n égre suscita diversas apreciaciones:<br />

1. «Yo conozco a esos negros; hay que dirigirse a ellos amablemente, hablarles de<br />

su país; la cuestión es saber hablarles. Mire cómo...». No exageramos. Un blanco que<br />

se dirige a un negro se comporta exactamente como un adulto con un chiquillo, se<br />

acercan con monadas, susurros, gracias, mimos. No hemos observado a un blanco,<br />

sino a cientos; y nuestras observaciones no se han centrado en tal o cual categoría, sino<br />

que, armándonos de una actitud esencialmente objetiva, hemos querido estudiar ese<br />

hecho en los médicos, en los policías, los empresarios en los lugares de trabajo. Se nos<br />

dirá, olvidando así nuestro objetivo, que podíamos haber centrado nuestra atención<br />

en otras partes, que hay blancos que no se corresponden con nuestra descripción.<br />

Respondemos a esos objetores que aquí se juzga a los mistificados y los mistificadores,<br />

a los alienados, y que, si existen blancos que se comportan saludablemente frente a<br />

un negro, ése es justamente el caso que no vamos a consignar aquí. Si el hígado de mi<br />

enfermo funciona bien, no por eso diré que sus riñones están sanos. Una vez reconocido<br />

que el hígado es normal, me dedicaré a los riñones; resulta que los riñones están enfermos.<br />

Quiero decir con esto que, junto a la gente normal, que se comporta saludablemente<br />

según una psicología humana, hay quien se comporta patológicamente según<br />

una psicología inhumana. Y resulta que la existencia de este tipo de hombres ha determinado<br />

un cierto número de realidades a cuya liquidación queremos aquí contribuir.<br />

Hablar a los negros de esta forma es ir hacia ellos, es hacerlos sentir cómodos, es<br />

querer hacerse comprender por ellos, es darles confianza...<br />

Los médicos de los ambulatorios lo saben. Se suceden veinte enfermos europeos:<br />

«Siéntese, señor... ¿Por qué está aquí? ¿De qué sufre?. . . » Llega un n egro o un árabe:<br />

«Siéntate, amigo... ¿Qué te pasa? ¿Dónde te duele?» Cuando no es: «¿Qué tener<br />

tú?».<br />

2. Hablar en p etit-n égre a un negro es ofenderlo, porque se le convierte en «el<br />

que habla petit-négre». Sin embargo, se nos dirá, no hay intención, no hay voluntad<br />

de ofender. Lo aceptamos, pero es justamente esa ausencia de voluntad, esa desenvoltura,<br />

esa alegría, esa facilidad con la que se le fija, con la que se le encarcela, se le<br />

primitiviza, se le anticiviliza, eso es lo ofensivo.<br />

Si el que se dirige a un hombre de color o a un árabe en p etit-n égre no reconoce<br />

en ese comportamiento una tara, un vicio, es que nunca ha reflexionado. Per­<br />

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