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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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para la noche siguiente». Aunque Rousseau no lo afirma explícitamente, parece que<br />

al alma del «hombre salvaje», al estar más cerca del instinto, le falta la posibilidad<br />

de sentir el poder de su voluntad en todas sus dimensiones, que es precisamente lo<br />

que para él caracteriza al ser humano. Para Rousseau, lo que distingue al Hombre<br />

de otros animales no es la comprensión sino la capacidad como agente libre, lo que<br />

significa conciencia de libertad, poder de la voluntad y capacidad de elegir10. Para<br />

Rousseau, está claro que el «hombre salvaje» elige, pero el grado de dichas elecciones<br />

está limitado por el horizonte de sus necesidades inmediatas. El hombre civilizado,<br />

por el contrario, nunca vive puramente en el presente y parece alcanzar, por lo<br />

tanto, un mayor grado de conciencia de su libertad que el «hombre salvaje». Y en la<br />

medida en que el poder de la voluntad y la conciencia de la libertad son marcas distintivas<br />

del humano frente al animal, eso hará al hombre civilizado un «hombre»<br />

menos feliz pero en última instancia más humano, no en virtud de una diferencia innata<br />

respecto a otros seres humanos, sino debido a las circunstancias históricas.<br />

Aunque no hay nada en el «hombre salvaje» que le imposibilite para conseguir una<br />

mayor conciencia de libertad, parece que su modo de vida, aunque le permita ser feliz,<br />

no le permite realizar toda su humanidad.<br />

Si bien Rousseau no es explícito al respecto, su argumentación permite entrever<br />

una concepción ambigua de la vida «salvaje»: aunque más feliz y armonioso, el «salvaje»<br />

parece carecer tanto de «progreso mental» como de conciencia de libertad,<br />

propiciadas por «las necesidades que estas gentes han recibido de la naturaleza, o<br />

las circunstancias que se les han impuesto». ¿Tacharíamos esta posición de racista?11.<br />

Al menos podemos etiquetarla como eurocentrismo antieurocéntrico. Se trata<br />

de una posición antieurocéntrica porque problematiza las virtudes de la civilización<br />

europea, pero sigue siendo eurocéntrica porque ofrece una base para pensar en Europa<br />

como el lugar en el que la razón y la capacidad que nos otorga el libre albedrío<br />

se han desarrollado en mayor medida. Esto permite afirmar que aunque no sea<br />

apropiado emprender la colonización con el fin de civilizar al «salvaje», sí es legítimo<br />

hacerlo con el fin de que los «salvajes» realicen su humanidad. Posteriormente<br />

otros pensadores, como Immanuel Kant, irán un paso más allá y afirmarán que las<br />

10 Sobre este asunto véase Emmanuel Chukwudi Eze, «The Color of Reason: The Idea of “Race”<br />

in Kant’s Anthropology», en E. Chukwudi Eze (ed.), P ostcolonial African Philosophy. A Reader, Cambridge<br />

(Massachusetts), Blackwell, 1997, pp. 123-125.<br />

11 Para una visión diferente acerca del supuesto racismo o falta del mismo de Rousseau, véase<br />

Bernard R. Boxill, «Rousseau, Natural Man, and Race», en Andrew Valls (ed.), R ace and Racism in<br />

M odern Philosophy, Ithaca (Nueva York), Cornell University Press, 2005, pp. 150-168; Francis III<br />

Moran, «Between Primates and Primitives. Natural Man as the Missing Link in Rousseau’s S econd<br />

D iscourse», en Julie K. Ward y Tommy L. Lott (eds.), P hilosophers on Race. Critical Essays, Malden<br />

(Massachusetts), Blackwell, 2002, pp. 125-144.<br />

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