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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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¿Y la dignidad? Ya no había que adquirir más, estaba ahora tejida en el laberinto<br />

de sus arterias, hundida en sus uñitas rosas, bien empapada, bien blanca.<br />

¿Y el padre? Así habla Etiemble de él: «Un buen espécimen del género; hablaba<br />

de la familia, del trabajo, de la patria, del buen Pétain y del buen Dios que le permitía<br />

engordar según las reglas. Dios se sirve de nosotros, decía el hermoso canalla,<br />

el hermoso blanco, el guapo oficial. Y después yo te la pego según las mismas reglas<br />

petainistas y buendiosistas».<br />

Antes de terminar con aquella para la que el Señor blanco está «como muerto» y<br />

que se hace escoltar por muertos en un libro en el que se acumulan cosas lamentablemente<br />

muertas, querríamos encargar a África que nos delegara un mensajero12.<br />

Y África no se ha hecho esperar. Llega Abdoulaye Sadji que, con N inP, nos ofrece<br />

una descripción de lo que puede ser el comportamiento de los negros frente a los<br />

europeos. Lo hemos dicho ya, existen los negrófobos. No les anima, por otra parte,<br />

el odio al negro; no han tenido el valor o ya no lo tienen. El odio no se regala, tiene<br />

que conquistarse en cada momento, llegar a ser, en conflicto con los complejos de<br />

culpabilidad más o menos confesados. El odio pide existir y el que odia debe manifestar<br />

ese odio mediante actos, mediante un comportamiento adecuado; en un sentido,<br />

debe hacerse odio. Por eso los estadounidenses han sustituido el linchamiento<br />

por la discriminación. Cada uno por su lado. Por tanto, no nos sorprende que en las<br />

ciudades del África <strong>negra</strong> (¿francesa?) haya un barrio europeo. La obra de Mounier,<br />

L éveil de l’A frique noirelA ya había llamado nuestra atención, pero esperábamos,* impacientes,<br />

una voz africana. Gracias a la revista de Alioune Diop, hemos podido<br />

coordinar las motivaciones psicológicas que mueven a los hombres de color.<br />

Hay un estupor, en el sentido más religioso del término, en este pasaje: «El señor<br />

Campian es el único blanco de Saint-Louis que frecuenta el Club Saint-Louisien15;<br />

12 Tras J e suis martiniquais, Mayotte Capécia ha escrito otra obra: ha n égresse blanche. Ha debido<br />

darse cuenta de los errores cometidos porque asistimos ahí a un intento de revalorización del negro.<br />

Pero Mayotte Capécia no ha contado con su inconsciente. En cuanto la novelista deja un poco de libertad<br />

a sus personajes, es siempre para aplastar al negro. Todos los negros que describe son, en cierto<br />

modo, o crápulas o «aquellos negritos del Africa tropical». Además, y profetizamos ya el futuro, podemos<br />

afirmar que Mayotte Capécia se ha apartado definitivamente de su país. En sus dos obras sólo<br />

se le permite una salida a su heroína: marcharse. Ese país de negros está decididamente maldito. Hay<br />

en efecto una maldición que flota alrededor de Mayotte Capécia. Pero es centrífuga. Mayotte Capécia<br />

está prohibida. Que no hinche más el desarrollo del peso de sus imbecilidades. Id en paz, ¡oh!, deslumbrante<br />

novelista... Pero sabed que, más allá de vuestras quinientas páginas anémicas, sabremos<br />

siempre volver al camino honesto, el que lleva al corazón. Y eso, a pesar suyo.<br />

15 Abdoulaye Sadji, Nini, la m ulatresse du Sénégal, París, Présence Africaine, 1951.<br />

14 Emmanuel Mounier, U éveil de l’A frique noire, París, Seuil, 1948.<br />

15 Círculo en el que se reúne la juventud indígena. Enfrente está el círculo civil, exclusivamente<br />

europeo.<br />

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