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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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que no puede desplazarse, ocurrencias en primera persona que no articulará ni experimentará,<br />

modos en los que no puede conocerse ni representarse a sí mismo como un<br />

«yo». No ha llegado a conocerse como el «tú» interpelado por el otro, y por este motivo<br />

cuando se interpela a sí mismo pierde su propia pista, vacilando entre la certidumbre<br />

de su no existencia y un exagerado concepto de su poder futuro.<br />

Si existe un culto al masculinismo surgido a partir de esta situación, quizá éste se<br />

explique en la descripción de Fanón sobre la fantasía de la potencia muscular. Al<br />

mostrar sus propias alianzas con una clase europea cultivada y con un proyecto ci-<br />

vilizatorio, Fanón procede a ofrecer un retrato personal acerca de sus propias circunstancias<br />

psicológicas. En primer lugar, describe los hechos relacionados con la<br />

limitación espacial: «la persona indígena» se encuentra atrapada, aprende que existen<br />

lugares a los que no puede desplazarse, llega a definirse incluso en función de<br />

dicha limitación de su movilidad espacial. En consecuencia, el concepto de sí mismo<br />

del que se vale para compensar las limitaciones a las que está sometido toma dimensiones<br />

hiperbólicas: «Es por esto que los sueños del nativo [indigéne] siempre<br />

tratan acerca de proezas musculares; que sus sueños siempre están relacionados con<br />

la acción y la agresividad. Sueño que estoy saltando, nadando, corriendo, escalando;<br />

sueño que suelto una carcajada, que atravieso un río de una sola zancada, o que me<br />

persigue una riada de automóviles que nunca llega a darme caza» (p. 52).<br />

Fanón considera esta hipermuscularidad, esta capacidad sobrehumana para la acción,<br />

como un mecanismo compensatorio, imposible, fantasmático, pero cuya ¿xis-<br />

tencia resulta perfectamente comprensible bajo unas circunstancias semejantes.<br />

Cuando afirma que el oprimido sueña con convertirse en perseguidor, está ofreciéndonos<br />

una descripción psicosocial de las fantasías a las que uno puede aferrarse en<br />

semejantes circunstancias. No está abogando necesariamente en su favor, a pesar de<br />

que en 1961, durante la Guerra de Independencia, se opondrá tanto a la no violencia<br />

como al compromiso. Su razonamiento es estratégico: si los descolonizados se inclinan<br />

por la violencia, esto responde únicamente a que.ya se encontraban inmersos en<br />

ella. Así pues, se trata de apoderarse de la violencia y de darle un nuevo giro. Escribe:<br />

«Ahora el problema consiste en reconducir esta violencia que está alterando su<br />

rumbo» (p. 58). No se defiende aquí la violencia como un modo de vida, y ciertamente<br />

tampoco como una manera de imaginar el objetivo normativo de un determinado<br />

movimiento social. Se trata de un instrumento al servicio de la invención.<br />

Desde luego, cabe plantearse una pregunta sobre si la violencia puede o no continuar<br />

siendo un mero instrumento, o bien si ésta llega en algún momento a definir,<br />

atormentar y aquejar el sistema de gobierno que se instaura por medio de actos violentos.<br />

Ni Sartre ni Fanón formulan esta pregunta. Ya sea nuestro deseo crear un<br />

hombre nuevo, producir una comunidad definida como una unión infinita de necesidades<br />

mutuas, o lograr la descolonización, debemos preguntarnos si la violencia<br />

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