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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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sismo supone para el otro convertirse en el espejo del narcisista, ofrecerle la imagen<br />

deseada, una imagen del mundo como el narcisista quiere verlo. Encubierto por el<br />

«Yo seré tu espejo» está la verdad: «Yo seré tu mentira». Quizá la quintaesencia de la<br />

alegoría moderna del narcisismo es la madrastra de «Blancanieves». La madrastra se<br />

mira en el espejo, al que ordena que afirme aquello que sabe que es mentira. Incluso<br />

si una mujer fuera la más bella de la tierra, no podría serlo durante toda la vida. Una<br />

mujer puede ser la más bella, si y sólo si, fuera la última mujer sobre la faz de la tierra,<br />

e incluso en ese caso el criterio a utilizar para definir la belleza se volvería vago,<br />

si no absurdo. La respuesta del espejo a su pregunta es, sin embargo, simple, e impone<br />

un límite objetivo a su mentira: Blancanieves. La eliminación de Blancanieves,<br />

cuyo nombre significa tanto blanca virtud como frialdad (nieve) y verdad (blanco),<br />

se convierte en una condición necesaria para preservar su mentira. Así, finalmente el<br />

espejo no es la mentira sino que se convierte en su fantasía narcisista.<br />

La discusión de Fanón sobre el esfuerzo para escapar del ámbito de la intimidad<br />

es un retrato sobre el narcisismo, que precisamente es el tema de algunos de sus<br />

ejemplos a lo largo del libro:<br />

Hace poco nos entrevistamos con una de ellas. Sin aliento nos lanza a la cara: «Ade­<br />

más, sí Césaire reivindica tanto su color negro es porque siente que es una maldición.<br />

¿Es que los blancos reivindican el suyo? En cada uno de nosotros hay una potencialidad<br />

blanca, algunos querrían ignorarla o, más sencillamente, invertirla. Por mi parte, por<br />

nada del mundo, aceptaría casarme con un negro». Tales actitudes no son raras, y confe­<br />

samos nuestra preocupación, porque esta joven martinicana, en unos pocos años, se li­<br />

cenciará e irá a enseñar a cualquier centro de las Antillas. Adivinamos fácilmente lo que<br />

ocurrirá (p. 69, Pn 38/BS 48).<br />

Sin duda Fanón fue agregado junto con Césaire a la particular lista de aquella<br />

mujer. Veremos, sin embargo, que el juicio sobre Césaire efectuado por esa mujer<br />

no deja de tener cierta validez en la medida en que la no valorización de la negritud<br />

pudiera ser también una forma de rabia narcisista. Lo que Fanón tiene en mente, sin<br />

embargo, es expuesto más tarde mediante otro ejemplo: «Conocimos a otra que tenía<br />

una lista de salas de baile parisinas «en las que no hay riesgo de encontrarse negros»<br />

(p. 70, Pn 40/BS 50). Uno puede imaginarse lo que una mujer como ella esperaba<br />

encontrar en esas salas de baile, lo que para ella suponía estar en una<br />

habitación sin «negros». Además, debía tratarse de una habitación sin espejos a excepción<br />

de los ojos de los patrones blancos. Aquellos ojos, comportándose con indiferencia,<br />

como si las cosas fueran «normales», afirmarían ese autoengaño de la<br />

mujer <strong>negra</strong>: parecería como si no hubiese negros en la sala de baile, y dado que ella<br />

estaría con los patronos, estaría entre los no-negros-en-una-sala-de-baile. Eso es lo<br />

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