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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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do por no responder a la imagen del n egro comeerres, había reunido una buena<br />

cantidad, pero no supo dosificar su esfuerzo.<br />

Hay un fenómeno psicológico que consiste en creer en una apertura del mundo<br />

en la medida en la que se rompen las fronteras. El negro, prisionero en su isla, perdido<br />

en una atmósfera sin la menor salida, experimenta como una bocanada de<br />

aire esa llamada de Europa. Porque, hay que decirlo, Césaire fue magnánimo en su<br />

R etorno al país natal. Esa ciudad, Fort-de-France, es realmente plana y fracasada.<br />

Allí, a los flancos de ese sol, «esta ciudad chata -expuesta, su buen juicio titubeante,<br />

inerte, asfixiándose bajo el fardo geométrico de su cruz recomenzando eternamente,<br />

indócil a su suerte, muda, de todos modos contrariada, incapaz de crecer<br />

nutrida por la savia de esta tierra, impedida, roída, reducida, en ruptura de fauna y<br />

de flora»5.<br />

La descripción que ofrece Césaire no es en absoluto poética. Se comprende entonces<br />

que el negro, ante el anuncio de su entrada en Francia (como se dice de alguien<br />

que hace su «entrada en el mundo»), se entusiasme y decida cambiar. Además,<br />

no hay tematización, cambia de estructura con independencia de cualquier<br />

trabajo reflexivo. Hay en Estados Unidos un centro dirigido por Pearce y William-<br />

son, el centro de Peckham. Los autores han demostrado que, en la gente casada,<br />

hay una remodelación bioquímica y, aparentemente, habrían detectado la presencia<br />

de determinadas hormonas en el esposo de una mujer embarazada. Sería igualmente<br />

interesante, de hecho ya lo haremos, investigar los cambios humorales de los<br />

negros cuando llegan a Francia. O sencillamente estudiar mediante tests las modificaciones<br />

de su psiquismo antes de su partida y un mes después de instalarse en<br />

Francia.<br />

Hay algo dramático en eso que se ha convenido llamar las ciencias del hombre.<br />

¿Deben postular una realidad humana tipo y describir las modalidades psíquicas,<br />

teniendo sólo en cuenta las imperfecciones? ¿O no deberían mejor intentar sin descanso<br />

una comprensión concreta y siempre nueva del hombre?<br />

Cuando leemos que a partir de los veintinueve años el hombre ya no puede amar,<br />

que tiene que esperar hasta los cuarenta y nueve para que reaparezca su afectividad,<br />

sentimos que el suelo se hunde. No lo arreglaremos si no es con la condición expresa<br />

de plantear bien el problema, porque todos esos descubrimientos, todas esas investigaciones,<br />

sólo persiguen una cosa: hacer admitir al hombre que no es nada, absolutamente<br />

nada, y que tiene que terminar con ese narcisismo según el cual se<br />

imagina diferente de los otros «animales».<br />

5 Aimé Césaire, Cahier d ’un retour au pays natal, París, Présence Africaine, 1939, p. 30 [ed. cast.:<br />

Lourdes Arencibia (ed.), R etorno al país natal, Zamora, Fundación Sinsonte, 2007; citamos según esta<br />

última edición, en la traducción de Lydia Cabrera, p. 16].<br />

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