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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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mundo de los otros. El autoescrutinio no es tan sólo una introspección, sino una forma<br />

de tratamiento: Oh, tú; oh, cuerpo mío. Este es un reclamo que apela tanto a su<br />

propia vida corpórea, a la restitución del cuerpo en tanto que fundamento de las acciones,<br />

como apela al otro; es una interpelación, es más, un tocar, que el cuerpo facilita,<br />

un tocar que, por razones difíciles de explicar, se compromete a concebir a todas<br />

y cada una de las conciencias como si se tratasen de una dimensión abierta. Si el<br />

cuerpo hace que se abra hacia un «tú», esta apertura se produce de tal manera que<br />

el otro, por medio del cuerpo, se vuelve capaz de interpelar a un «tú» del mismo<br />

modo. En ambas formas de tratamiento discurre implícitamente la comprensión del<br />

cuerpo, por medio de su tocar, salvaguardando no sólo la interpelación abierta de<br />

este otro táctil sino de todos los demás cuerpos. En este sentido, parece verificarse<br />

una recorporización del humanismo en la que se plantea una alternativa a la violencia<br />

o, paradójicamente, una recorporización del humanismo en la que se plantea la<br />

idea del desarrollo humano hacia el cual se tiende (y la cual debe refutar con el fin de<br />

llegar a realizarse finalmente). Dándole vueltas a la opinión de que no puede existir<br />

autocreación sin que intervenga la violencia, y en contra de esta misma opinión, Fanón<br />

ilustra aquí la verdad filosófica de que no puede producirse la invención de uno<br />

mismo sin la intervención del «vosotros», y de que el «yo» está constituido en una<br />

forma de tratamiento que reconoce precisamente su socialidad constitutiva.<br />

Cuando Sartre escribe con respecto a Los condenados d e la tierra, «¿qué le importa<br />

a Fanón que leáis o no su obra? Es ante sus hermanos ante quienes denuncia<br />

nuestros viejos ardides», parece estar diciéndonos que no debemos leer C ondenados<br />

a la luz del «vosotros» que constituye la interpelación última en P iel <strong>negra</strong>, <strong>máscaras</strong><br />

<strong>blancas</strong>. Es cierto que en la conclusión de Los condenados d e la tierra, Fanón se dirige<br />

a «mis camaradas» y a «mis hermanos». El «vosotros» que cierra la obra anterior<br />

se ve ahora acotado y perfilado, pero nótese que incluso en el caso de Los condenados<br />

de la tierra, no se le pasa por la cabeza instarles a regresar a la identidad étnica o<br />

nacional; no, les insta a crear un nuevo modelo de ser humano, y a inaugurar de este<br />

modo una universalidad que nunca se había instaurado hasta entonces en esta, no<br />

tenemos más remedio que admitirlo, condenada tierra. Es más, desconocemos qué<br />

forma pueda llegar a adquirir este ser humano universal, esto continúa resultando<br />

una cuestión abierta, y de este modo la apertura de su obra anterior -la apertura hacia<br />

el «vosotros» propiciada por el cuerpo- resuena finalmente en la apertura que cierra<br />

la última de sus obras. Incluso en Los condenados d e la tierra, existe finalmente<br />

esta defensa de la invención, de lo nuevo, de una apertura que puede depender de<br />

una violencia previa, pero que presupone asimismo su resolución.<br />

La interpelación con la que Fanón insta al cuerpo a abrirse y a plantearse preguntas,<br />

a unirse a una lucha por el reconocimiento de la apertura que subyace en<br />

cada una de las demás conciencias encarnadas -esta lucha en aras de una nueva<br />

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