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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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Hacia Didier, hacia el bulevar de los martinicanos riquísimos, se dirigen los deseos<br />

de la mujer. Ella misma lo dice: uno es blanco a partir de determinado número<br />

de millones. Las villas del barrio han fascinado desde siempre a la autora. Por otra<br />

parte tenemos la impresión de que Mayotte Capécia nos trata de embaucar: nos<br />

dice que conoció Fort-de-France muy tarde, hacia sus 18 años; sin embargo, las villas<br />

de Didier la fascinaban en su infancia. En este hecho hay una inconsecuencia<br />

que se comprende si situamos la acción. Es habitual, en efecto, en Martinica, el soñar<br />

con una forma de salvación que consiste en el blanqueo mágico. Una villa en Didier,<br />

la inserción en la sociedad de allá arriba (la colina de Didier domina la ciudad), y he<br />

aquí que se realiza la certidumbre subjetiva de Hegel. Y vemos bastante bien, por<br />

otra parte, el lugar que ocuparía en la descripción de este comportamiento la dialéctica<br />

del ser y del tener3. Este no es aún el caso de Mayotte. Le «dan la espalda». Las<br />

cosas empiezan su ronda... Como es una mujer de color no se le tolera en estos círculos.<br />

A partir de su facticidad se elaborará el resentimiento. Veremos por qué el<br />

amor está prohibido para las Mayotte Capécia de todos los países. Porque el otro no<br />

debe permitirme cumplir los fantasmas infantiles: debe, por el contrario, ayudarme a<br />

superarlos. Encontramos en la infancia de Mayotte Capécia un determinado número<br />

de rasgos que ilustran la línea de orientación de la autora. Y cada vez que haya un<br />

movimiento, una ramificación, será siempre en relación directa con ese objetivo. Parece<br />

en efecto que para ella el blanco y el negro representen los dos polos de un mundo,.polos<br />

en perpetua lucha, verdadera concepción maniquea del mundo; hemos<br />

lanzado la palabra, conviene acordarse. Blanco o negro, esa es la cuestión.<br />

Yo soy blanco, es decir, yo poseo la belleza y la virtud, que nunca han sido <strong>negra</strong>s.<br />

Yo soy del color del día...<br />

Yo soy negro, yo experimento una fusión total con el mundo, una compresión<br />

simpática de la tierra, una pérdida de mi yo en el corazón del cosmos, y el blanco,<br />

por muy inteligente que sea, no sabría comprender a Louis Armstrong y los cantos<br />

del Congo. Si yo soy negro, no es consecuencia de una maldición, sino porque, al<br />

haber tendido mi piel, he podido captar todos los efluvios cósmicos. Yo soy verdaderamente<br />

una gota de sol sobre la tierra...<br />

Y se enzarzan en un cuerpo a cuerpo, con su negrura o su blancura, en pleno<br />

drama narcisista, encerrado cada uno en su particularidad con, de vez en cuando, es<br />

cierto, algunos fulgores amenazados en todo caso en su origen.<br />

De entrada es así como se le plantea el problema a Mayotte, a la edad de cinco<br />

años y en la tercera página de su libro: «Ella sacaba su tintero del pupitre y le regaba<br />

con él la cabeza». Era su forma particular de transformar a los blancos en negros.<br />

Pero pronto se dio cuenta de lo vano de sus esfuerzos; y además estaban Loulouze y<br />

3 Gabriel Marcel, Etre et avoir, París, Aubier, 1933 [ed. cast.: Ser y tener, Madrid, Caparros, 1995].<br />

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