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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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en el plano instintivo, biológico. En último término diríamos que el negro, por su<br />

cuerpo, estorba la clausura del esquema corporal del blanco, en el momento, naturalmente,<br />

en el que el negro hace su aparición en el mundo fenoménico del blanco.<br />

No es este el lugar para aportar las conclusiones a las que hemos llegado al reflexionar<br />

sobre la influencia en el cuerpo de la irrupción de otro cuerpo. (Supongamos,<br />

por ejemplo, un grupo de cuatro chavales de quince años, más o menos declaradamente<br />

deportistas. En salto en altura, uno de ellos alcanza 1,48 metros. Aparece un<br />

quinto que salta 1,52 metros y los cuatro cuerpos sufren una desestructuración). Lo<br />

que aquí nos importa es mostrar que con el negro empieza el ciclo de lo biológico25.<br />

25 Tendría ciertamente interés, apoyándose en la noción lacaniana de estadio d el espejo, preguntarse<br />

en qué medida la im ago del semejante edificada en el joven blanco a la edad que sabemos no sufrirá<br />

una agresión imaginaria con la aparición del negro. Cuando se ha comprendido el proceso descrito<br />

por Lacan, no hay duda de que el verdadero Otro del blanco es y sigue siendo el negro. Y a la inversa.<br />

Solamente que, para el blanco, el Otro se percibe sobre el plano de la imagen corporal, absolutamente<br />

como el no-yo, es decir el no identificable, el no asimilado. Para el negro, hemos demostrado que las<br />

realidades históricas y económicas cuentan. «El reconocimiento por el sujeto de su imagen en el espejo<br />

-dice Lacan- es un fenómeno que para el análisis de este estadio es dos veces significativo: el fenómeno<br />

aparece a los seis meses, y su estudio en ese momento revela de forma demostrativa las tendencias<br />

que constituyen entonces la realidad del sujeto; la imagen especular, por la misma razón de estas<br />

afinidades, ofrece un buen símbolo de esta realidad: de su valor afectivo, ilusorio como imagen, y de su<br />

estructura como reflejo de la forma humana», J. Lacan, E neyclopedie frangaise, pp. 8-40, 9 y 10.<br />

Vamos que este descubrimiento es fundamental: cada vez que el sujeto perciba su imagen y que la<br />

reconozca afirmándose en ella, es siempre en cierto modo «la unidad mental que le es inherente» lo<br />

que se aclama. En patología mental, por ejemplo, si se consideran los delirios alucinatorios o de interpretación,<br />

se constata que siempre hay un respeto de esa imagen de sí. Dicho de otra forma, hay una<br />

cierta armonía estructural, una totalidad del individuo y de las construcciones que transita, en todos<br />

los estadios del comportamiento delirante. Aunque se pueda atribuir esa fidelidad a los contenidos afectivos,<br />

sigue siendo una evidencia que sería poco científico no reconocer. Cada vez que hay una convicción<br />

delirante hay una reproducción de sí. Es sobre todo en el período de inquietud y desconfianza,<br />

que han descrito Dide y Guiraud, cuando el otro interviene. Entonces no es sorprendente<br />

encontrarnos con el negro bajo la forma de sátiro o de asesino. Pero en el periodo de sistematización,<br />

cuando se elabora la certeza, no hay lugar para el extraño. En último término, por otra parte, no dudaríamos<br />

en decir que el tema del n egro en ciertos delirios (cuando no es central) tiene lugar al lado de<br />

otros fenómenos como las zoopsias. Lhermitte ha descrito la emancipación de la imagen corporal. Es<br />

lo que clínicamente designamos con el término heautoscopia. El caracter repentino de la aparición de<br />

este fenómeno es, dice Lhermitte, excesivamente curioso. Se produce incluso en los normales (Goethe,<br />

Taine, etc.). Nosotros afirmamos que para el antillano la alucinación especular es siempre neutra.<br />

A los que nos han dicho que la han experimentado, les hemos preguntado regularmente: «¿De qué color<br />

eras?», «No tenía color». Aún más, en las visiones hipnagógicas y sobre todo en lo que, siguiendo<br />

a Duhamel, llamamos «salavinizaciones», el mismo proceso se repite. No soy yo en tanto negro quien<br />

actúa, puesto que se me aclama bajo las bóvedas.<br />

Por otra parte, aconsejamos a quienes hayan interesado estas conclusiones, que lean algunas redacciones<br />

en francés de niños antillanos de entre diez y catorce años. Ante el tema planteado: «Impre­<br />

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