13.05.2013 Views

Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

A ningún antisemita se le ocurriría la idea de castrar al judío. Se le mata o se le esteriliza.<br />

Al negro se le castra. El pene, símbolo de virilidad, es aniquilado, es decir, es<br />

negado. Se percibe la diferencia entre las dos actitudes. El judío es atacado en su personalidad<br />

confesional, en su historia, en su raza, en las relaciones que mantiene con<br />

sus ancestros y sus descendientes; en el judío que se esteriliza se mata la cepa; cada<br />

vez que un judío es perseguido, se persigue a toda la raza a través suyo. Pero al negro<br />

se le ataca en su corporeidad. Se le lincha en tanto personalidad concreta. Es peligroso<br />

en tanto ser actual. El peligro judío se reemplaza por el miedo a la potencia sexual<br />

del negro. Octave Mannoni, en Psychologie de la colonisation escribe: «Un argu­<br />

siones antes de salir de vacaciones», responden como auténticos parisinos y nos encontramos con los<br />

siguientes tópicos:<br />

«Me gustan las vacaciones porque podré correr por el campo, respirar aire puro y volveré con las<br />

mejillas sonrosadas». Se verá que no nos equivocamos un ápice al decir que el antillano desconoce su<br />

cualidad de negro. Teníamos unos trece años cuando pudimos ver por primera vez a senegaleses. Sabíamos<br />

de ellos lo que contaban los veteranos de la güera de 1914: «Atacan con la bayoneta y, cuando ya<br />

no servía, se abrían paso a puñetazos avanzando entre ráfagas de metralleta [...]. Cortaban cabezas y recolectaban<br />

orejas». Estaban de paso en Martinica, venían de Guyana. Avidos, nosotros rastreábamos su<br />

uniforme por las calles, el que nos habían contado: fez y cinturón rojo. Nuestro padre incluso recogió a<br />

dos y los trajo a casa, donde hicieron las delicias de la familia. En el colegio era la misma situación: nuestro<br />

profesor de matemáticas, teniente en la reserva, y que en 1914 mandaba una unidad de tirailleurs senegaleses,<br />

nos hacía temblar recordándonos: «Cuando rezan no hay que molestarlos, porque entonces<br />

no hay teniente que valga. Pelean como leones, pero respetad sus costumbres». Que nadie se sorprenda<br />

ya si Mayotte Capécia se ve blanca y rosa en sus sueños; diríamos que la cosa es normal.<br />

Se nos objetará quizá que si para el blanco hay elaboración de la im ago del semejante, debería producirse<br />

un fenómeno análogo en el antillano, siendo la percepción visual el cañamazo de esta elaboración.<br />

Pero eso sería olvidar que en las Antillas la percepción se sitúa siempre en el plano de lo imaginario.<br />

Se percibe al semejante en términos de blanco. Se dirá por ejemplo de uno que es «muy negro».<br />

No es para sorprenderse que en una familia se oiga decir a la madre: «X ... es el más negro de mis niños».<br />

Es decir, el menos blanco... No podemos sino repetir la reflexión de una compañera europea<br />

con la que hablábamos de eso: en el plano humano, es una verdadera mistificación. Digámoslo una vez<br />

más, todo antillano está destinado a ser percibido por su congénere en referencia a la esencia del blanco.<br />

Tanto en las Antillas como en Francia encontramos el mismo mito; en París se dice: es negro pero<br />

muy inteligente; en Martinica no se expresa de otra forma. Durante la guerra, llegaron profesores gua-<br />

dalupeños a Fort-de-France a corregir las pruebas del bachillerato y, llevados por nuestra curiosidad,<br />

fuimos, hasta el hotel donde se alojaba, a ver a M. B ..., profesor de filosofía, que tenía la reputación de<br />

ser excesivamente negro; como se dice en Martinica, no sin cierta ironía, era «azul». Esa familia está<br />

muy bien vista: «Son muy negros, pero todos han salido bien». En efecto, entre ellos hay un profesor<br />

de piano, antiguo alumno del Conservatorio, un profesor de ciencias en el instituto femenino, etc. En<br />

cuanto al padre, que todos los días, a la caída de la tarde, se pasea por su balcón, a partir de un momento<br />

dado, se dice, ya no se le ve. Se contaba de otra familia que, en el campo, cuando llegaba la noche<br />

y faltaba en ocasiones la electricidad, los niños tenían que reírse para que se supiera que estaban<br />

allí. El lunes, todos pulcros en sus trajes blancos, algunos funcionarios martinicanos parecen, según la<br />

simbólica local, «ciruelas en un tazón de leche».<br />

146

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!