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LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS<br />
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dignos <strong>de</strong> la mayor estimación, por el hecho <strong>de</strong> ser judíos, pero bajo el pretexto <strong>de</strong> que el<br />
uno es imbécil y el otro <strong>de</strong>lincuente, me conduzco como si fuera el propio ministro; esto es,<br />
me pongo en el lugar que el mismo ocupa. ¡Magnífica venganza! El ministro me niega el<br />
nombramiento <strong>de</strong> profesor y yo le <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong> su puesto en mi sueño. En otro caso me fue<br />
dado observar que, aunque el <strong>de</strong>seo provocador <strong>de</strong>l sueño sea contemporáneo, queda<br />
robustecido por lejanos recuerdos infantiles. Trátase aquí <strong>de</strong> una serie <strong>de</strong> <strong>sueños</strong> cuya base<br />
común es el vivo <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> hacer un viaje a Roma. Por la época en que tuve estos <strong>sueños</strong><br />
pensaba que dicho <strong>de</strong>seo habría <strong>de</strong> quedar incumplido aún mucho tiempo, pues <strong>los</strong> días que<br />
yo podía disponer para un viaje pertenecían a la estación en la que precisamente no <strong>de</strong>be<br />
permanecer en Roma ningún hombre cuidadoso <strong>de</strong> su salud.<br />
En estas circunstancias soñé una noche que veía a través <strong>de</strong> la ventanilla <strong>de</strong>l tren el<br />
Tíber y el puente <strong>de</strong> Sant-Angelo; luego echaba a andar el tren en dirección contraria y<br />
pensaba yo que tampoco aquella vez se lograba mi <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> visitar la Ciudad Eterna. El<br />
paisaje <strong>de</strong> mi sueño correspondía a un dibujo que el día anterior había visto fugitivamente<br />
en casa <strong>de</strong> un enfermo. En otro sueño me conduce alguien a lo alto <strong>de</strong> una colina y me<br />
muestra Roma envuelta en niebla y tan lejana aún, que me asombro <strong>de</strong> verla con tanta<br />
precisión. El contenido <strong>de</strong> este sueño rebasa el espacio que aquí <strong>de</strong>searíamos conce<strong>de</strong>rle.<br />
En él pue<strong>de</strong> reconocerse fácilmente, a título <strong>de</strong> motivo, el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> «ver <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos la tierra<br />
<strong>de</strong> promisión». Lübeck es la primera ciudad que he visto envuelta en niebla, y la colina <strong>de</strong><br />
mi sueño tiene como antece<strong>de</strong>nte el Gleichenberg. En un tercer sueño me encuentro ya en<br />
Roma, según me dice el mismo. Mas, para <strong>de</strong>sencanto mío, veo ante mí un paisaje que no<br />
tiene nada <strong>de</strong> ciudadano: un pequeño río <strong>de</strong> oscuras aguas, con negras rocas a un lado, y al<br />
otro, extensas pra<strong>de</strong>ras matizadas <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s flores blancas. Veo a un cierto señor Zucker<br />
(azúcar), al que conozco superficialmente, y <strong>de</strong>cido preguntarle por el camino que lleva a la<br />
ciudad. Descomponiendo el paisaje <strong>de</strong>l sueño en sus elementos, las flores blancas me<br />
recuerdan a Ravena, ciudad que conozco y que sustituyó por algún tiempo a Roma como<br />
capital <strong>de</strong> Italia.<br />
En <strong>los</strong> pantanos <strong>de</strong> Ravena vimos bellísimos nenúfares en medio <strong>de</strong>l agua negra. El<br />
sueño hace crecer estas flores en las pra<strong>de</strong>ras, como nuestros narcisos <strong>de</strong> Aussee, para<br />
evitarnos las molestias que en nuestra estancia en Ravena teníamos que afrontar para<br />
cogerlas en medio <strong>de</strong>l pantano. <strong>La</strong>s negras rocas, tan próximas al río recuerdan vivamente<br />
el valle <strong>de</strong>l Tepl, junto a Karlsbad. Este último nombre me da la explicación <strong>de</strong>l singular<br />
fragmento <strong>de</strong> mi sueño, en el que pregunto al señor Zucker el camino. Descubrimos aquí,<br />
en el material con el que el sueño se halla tejido, dos <strong>de</strong> aquellas divertidas anécdotas judías<br />
que suelen entrañar una profunda sabiduría, amarga a veces, y que con tanta frecuencia<br />
citamos en nuestras cartas y conversaciones. En una <strong>de</strong> ellas se nos cuenta <strong>de</strong> un judío que<br />
se introdujo sin billete en el rápido <strong>de</strong> Karlsbad. Descubierto y expulsado, volvió a subir y<br />
volvió a ser <strong>de</strong>scubierto, pero continuó, tenazmente, su manejo, siendo objeto, a cada nueva<br />
revisión, <strong>de</strong> peores tratos. Un conocido que le vio en una <strong>de</strong> estas ocasiones le preguntó<br />
adón<strong>de</strong> iba y obtuvo la contestación siguiente: «Si mi constitución (física) lo resiste..., hasta<br />
Karlsbad.» Próxima a ésta reposa en mi memoria otra historieta <strong>de</strong> un judío <strong>de</strong>sconocedor<br />
<strong>de</strong>l francés, al que le indujeron a preguntar en París por el camino <strong>de</strong> la rue Richelieu.<br />
También París ha sido durante mucho tiempo objeto <strong>de</strong> mis <strong>de</strong>seos, y la felicidad que me<br />
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