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SIGMUND FREUD<br />
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Capítulo VII: Psicología <strong>de</strong> <strong>los</strong> procesos oníricos<br />
Entre <strong>los</strong> <strong>sueños</strong> que me han sido comunicados por otras personas se encuentra uno<br />
que reclama ahora especialmente nuestra atención. Su verda<strong>de</strong>ra fuente me es <strong>de</strong>sconocida,<br />
pues me fue relatado por una paciente, que lo oyó, a su vez, en una conferencia sobre el<br />
sueño y a la que hizo tal impresión que se apresuró a soñarlo por su cuenta; esto es, a<br />
repetir en sus propios <strong>sueños</strong> algunos <strong>de</strong> sus elementos para expresar con esta transferencia<br />
una coinci<strong>de</strong>ncia en un punto <strong>de</strong>terminado. Los antece<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> este sueño prototípico son<br />
como sigue: un individuo había pasado varios días, sin un instante <strong>de</strong> reposo, a la cabecera<br />
<strong>de</strong>l lecho <strong>de</strong> su hijo, gravemente enfermo. Muerto el niño, se acostó el padre en la<br />
habitación contigua a aquella en la que se hallaba el cadáver y <strong>de</strong>jó abierta la puerta, por la<br />
que penetraba el resplandor <strong>de</strong> <strong>los</strong> cirios. Un anciano, amigo suyo, quedó velando el<br />
cadáver. Después <strong>de</strong> algunas horas <strong>de</strong> reposo soñó que su hijo se acercaba a la cama en que<br />
se hallaba, le tocaba en el brazo y le murmuraba al oído, en tono <strong>de</strong> amargo reproche:<br />
«Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?» A estas palabras <strong>de</strong>spierta sobresaltado, observa un<br />
gran resplandor que ilumina la habitación vecina, corre a ella, encuentra dormido al anciano<br />
que velaba el cadáver <strong>de</strong> su hijo y ve que uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> cirios ha caído sobre el ataúd y ha<br />
prendido fuego a una manga <strong>de</strong> la mortaja.<br />
<strong>La</strong> explicación <strong>de</strong> este sueño conmovedor es harto sencilla y fue acertadamente<br />
<strong>de</strong>sarrollada, según me comunica mi paciente, por el conferenciante. El resplandor entró<br />
por la puerta abierta en la estancia don<strong>de</strong> se hallaba reposando el sujeto, y al herir sus ojos,<br />
provocó la misma conclusión que hubiera provocado en estado <strong>de</strong> vigilia; esto es, la <strong>de</strong> que<br />
la llama <strong>de</strong> un cirio había producido un fuego en un lugar cercano al cadáver. Es también<br />
muy posible que, antes <strong>de</strong> acostarse, pensara el padre en la posibilidad <strong>de</strong> tal suceso,<br />
<strong>de</strong>sconfiando <strong>de</strong> que el anciano encargado <strong>de</strong> velar al cadáver pudiera pasar la noche sin<br />
pegar <strong>los</strong> ojos. Tampoco nosotros encontramos nada que objetar a esta solución y nos<br />
limitaremos a agregar que el contenido <strong>de</strong>l sueño tiene que hallarse super<strong>de</strong>terminado y que<br />
las palabras <strong>de</strong>l niño habrán <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong> otras pronunciadas por él en la vida real y<br />
enlazadas a circunstancias que hubieron <strong>de</strong> impresionar al padre. <strong>La</strong> queja «estoy ardiendo»<br />
pudo muy bien ser pronunciada por el niño durante su enfermedad bajo <strong>los</strong> efectos <strong>de</strong> la<br />
fiebre, y las palabras «¿no lo ves?» habrán <strong>de</strong> correspon<strong>de</strong>r a otra ocasión cualquiera<br />
ignorada por nosotros, pero seguramente saturada <strong>de</strong> afecto.<br />
Una vez que hemos reconocido este sueño como un proceso pleno <strong>de</strong> sentido y<br />
susceptible <strong>de</strong> ser incluido en la coherencia <strong>de</strong> la actividad psíquica <strong>de</strong>l sujeto, po<strong>de</strong>mos dar<br />
libre curso a nuestro asombro <strong>de</strong> que en tales circunstancias, en las que lo natural parecería<br />
que el sujeto <strong>de</strong>spertase en el acto, haya podido producirse un sueño. Esta circunstancia nos<br />
lleva a observar que también en este sueño se da una realización <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos. El niño se<br />
conduce afectivamente en él como si aún viviera y advierte por sí propio a su padre <strong>de</strong> lo<br />
sucedido, llegando hasta su lecho y tocándole en el brazo, como lo hizo probablemente en<br />
aquel recuerdo <strong>de</strong>l que el sueño toma la primera parte <strong>de</strong> sus palabras. Así, pues, si el padre<br />
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