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LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS<br />
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Como si no fueran <strong>los</strong> tablones, sino <strong>los</strong> niños <strong>los</strong> que hubieran <strong>de</strong> hacer posible el paso. En<br />
este punto <strong>de</strong>l sueño <strong>de</strong>spierto sobresaltado.»<br />
Aquel<strong>los</strong> que hayan tenido alguna ocasión <strong>de</strong> examinar la enorme labor que lleva a<br />
cabo la con<strong>de</strong>nsación onírica podrán representarse fácilmente el número <strong>de</strong> páginas que<br />
habría <strong>de</strong> ocupar un análisis <strong>de</strong>tallado <strong>de</strong> este sueño. Por fortuna para la coherencia <strong>de</strong><br />
nuestra exposición no tengo que tomar <strong>de</strong> él sino el ejemplo <strong>de</strong> admiración <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l sueño<br />
mismo, que se nos ofrece en su principio con la interpolación <strong>de</strong>l adverbio extrañamente.<br />
Comenzaré por exponer el motivo ocasional <strong>de</strong>l sueño. No es otro que la visita <strong>de</strong>l Luisa<br />
N., la misma señora que luego se me muestra ayudándome en mi trabajo anatómico.<br />
«Préstame algo que leer», me había dicho. Yo le ofrecí She, <strong>de</strong> Ri<strong>de</strong>r Haggard, y<br />
queriéndole dar alguna explicación sobre esta obra, añadí: «Es un libro algo extraño, pero<br />
lleno <strong>de</strong> un oculto sentido... Lo eterno femenino, la inmortalidad <strong>de</strong> nuestros afectos.» «Lo<br />
he leído ya -me interrumpió-. ¿No tienes nada tuyo?» «No; las obras que me han <strong>de</strong><br />
inmortalizar no han sido escritas todavía.» «Entonces, ¿cuándo vas a publicar las<br />
Aclaraciones que nos tienes anunciadas y <strong>de</strong> las que dijiste que estarían a nuestro alcance?»<br />
Adivinando que mi interlocutora hablaba aquí por cuenta ajena, guardé silencio y pensé en<br />
la violencia que me cuesta dar a la publicidad mi trabajo sobre <strong>los</strong> <strong>sueños</strong>, en el que me veo<br />
obligado a revelar tantas intimida<strong>de</strong>s. «Lo mejor que saber pue<strong>de</strong>s no te es dado <strong>de</strong>cirlo a<br />
<strong>los</strong> niños ('Das Beste was du wissen kannst, Darfst du Buben doch nicht sagen', <strong>de</strong>l Fausto<br />
<strong>de</strong> Goethe).» <strong>La</strong> preparación anatómica <strong>de</strong> una parte <strong>de</strong> mi propio cuerpo es, por tanto, el<br />
autoanálisis enlazado a la comunicación <strong>de</strong> mis <strong>sueños</strong>. <strong>La</strong> intervención <strong>de</strong>l viejo Brücke<br />
está perfectamente justificada, pues ya en mis primeros años <strong>de</strong> labor científica había ido<br />
<strong>de</strong>jando impublicado un <strong>de</strong>scubrimiento hecho por mí hasta que su enérgica autoridad me<br />
obligó a darlo a conocer. Pero <strong>los</strong> <strong>de</strong>más pensamientos que se enlazan a mi conversación<br />
con Luisa N. poseen raíces <strong>de</strong>masiado hondas para hacerse conscientes y quedan <strong>de</strong>sviados<br />
hacia el material que la mención <strong>de</strong> la citada obra <strong>de</strong> Ri<strong>de</strong>r Haggard ha <strong>de</strong>spertado<br />
simultáneamente en mí. A este libro y a otro <strong>de</strong>l mismo autor, titulado Heart of the world,<br />
se refiere el juicio extrañamente.<br />
Asimismo, numerosos elementos <strong>de</strong>l sueño están tomados <strong>de</strong> ambas fantásticas<br />
novelas. El terreno pantanoso por el que es uno llevado en brazos y el abismo que hay que<br />
franquear pasando por unos tablones traídos al efecto proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> She; <strong>los</strong> indios, la<br />
muchacha y la barraca <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, <strong>de</strong> Heart of the world. En ambas novelas es una mujer la<br />
figura principal y se trata <strong>de</strong> peligrosas expediciones. She <strong>de</strong>sarrolla una aventurada<br />
exploración <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>sconocido, don<strong>de</strong> jamás puso su planta un ser humano. <strong>La</strong> fatiga <strong>de</strong> mis<br />
piernas era una sensación que experimentaba realmente por aquel<strong>los</strong> días y correspondía a<br />
un estado general <strong>de</strong> cansancio, susceptible <strong>de</strong> ser concretado en la pregunta: ¿Cuánto<br />
tiempo podrán sostenerme aún mis piernas? (¿Cuánto tiempo pue<strong>de</strong> quedarme <strong>de</strong> vida?) En<br />
She termina la aventura con la muerte <strong>de</strong> la protagonista que, habiendo salido a la conquista<br />
<strong>de</strong> la inmortalidad para sí y para <strong>los</strong> suyos, perece en el misterioso fuego central. En las<br />
i<strong>de</strong>as latentes ha surgido, sin duda, un análogo temor. <strong>La</strong> «casita <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra» es<br />
indudablemente el ataúd, o sea la tumba. También en la representación <strong>de</strong> este<br />
pensamiento, el más in<strong>de</strong>seado <strong>de</strong> todos, por medio <strong>de</strong> una realización <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos, ha<br />
realizado la elaboración onírica una obra maestra. Me he hallado, en efecto, ya una vez en<br />
una tumba; pero fue en una tumba etrusca <strong>de</strong>scubierta cerca <strong>de</strong> Orvieto: una estrecha<br />
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