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LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS<br />
____________________________________________________________________________________<br />
efecto, «cuando soñamos con ladrones y sentimos miedo, <strong>los</strong> ladrones son imaginarios,<br />
pero el miedo es real», como cualquier otro afecto que en el sueño experimentamos. El<br />
testimonio <strong>de</strong> nuestra sensación nos <strong>de</strong>muestra que dichos afectos son perfectamente<br />
equivalentes a <strong>los</strong> <strong>de</strong> igual intensidad surgidos en la vigilia. Más aún que en su contenido<br />
<strong>de</strong> representaciones, apoya el sueño en su contenido afectivo su aspiración a ser<br />
comprendido entre las experiencias reales <strong>de</strong> nuestra alma. Si tal inclusión parece<br />
inaceptable a nuestro pensamiento <strong>de</strong>spierto es porque somos incapaces <strong>de</strong> evaluar<br />
psíquicamente un afecto fuera <strong>de</strong> su conexión con un contenido <strong>de</strong> representaciones. En<br />
cuanto al afecto y la representación no se correspon<strong>de</strong>n en forma e intensidad, queda ya<br />
<strong>de</strong>sconcertada nuestra facultad <strong>de</strong> juicio.<br />
Ha <strong>de</strong>spertado siempre extrañeza el que las representaciones oníricas no traigan<br />
consigo muchas veces aquel<strong>los</strong> afectos que nuestro pensamiento <strong>de</strong>spierto consi<strong>de</strong>ra<br />
necesariamente concomitantes a ellas. Strümpell opinó a este respecto que las<br />
representaciones eran <strong>de</strong>spojadas en el sueño <strong>de</strong> sus valores psíquicos. Pero suce<strong>de</strong> que<br />
también hallamos en él el fenómeno contrario, o sea la aparición <strong>de</strong> intensas<br />
manifestaciones afectivas concomitantes a un contenido que no parece dar ocasión alguna<br />
para un <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> afecto. Sueños que nos muestran en una situación espantosa, peligrosa<br />
o repulsiva no nos hacen experimentar el menor miedo ni la más pequeña repugnancia, y,<br />
por lo contrario, en otros nos aterrorizamos <strong>de</strong> cosas inofensivas y nos regocijamos <strong>de</strong><br />
cosas pueriles. Este enigma <strong>de</strong>l sueño se <strong>de</strong>svanece más rápida y completamente que<br />
ningún otro en cuanto pasamos <strong>de</strong>l contenido manifiesto al latente, ahorrándonos así más<br />
amplia explicación. El análisis nos enseña que <strong>los</strong> contenidos <strong>de</strong> representaciones han<br />
pasado por <strong>de</strong>splazamientos y sustituciones, mientras que <strong>los</strong> afectos han permanecido<br />
intactos. No es, por tanto, extraño que el contenido <strong>de</strong> representaciones, transformado por<br />
la <strong>de</strong>formación onírica, no corresponda ya al afecto, el cual se ha conservado idéntico a sí<br />
mismo. Pero en cuanto el análisis vuelve a colocar en su lugar primitivo el contenido<br />
verda<strong>de</strong>ro, todo vuelve a entrar en un or<strong>de</strong>n lógico y no hay ya motivo ninguno <strong>de</strong> asombro<br />
.<br />
Los afectos constituyen la parte más resistente <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> complejos psíquicos que<br />
han experimentado la acción <strong>de</strong> la censura, y, por tanto, la que mejor pue<strong>de</strong> guiarnos en<br />
nuestra labor <strong>de</strong> <strong>interpretación</strong>. Esta circunstancia se nos revela en las psiconeurosis aún<br />
más claramente que en el sueño. En ellas acaba siempre por <strong>de</strong>mostrarse plenamente<br />
justificado el afecto, por lo menos en lo que respecta a su cualidad, pues su intensidad<br />
pue<strong>de</strong> ser incrementada por <strong>de</strong>splazamientos <strong>de</strong> la atención neurótica. El histérico que se<br />
asombra <strong>de</strong> experimentar un miedo increíble ante objetos totalmente inofensivos y el<br />
neurótico obsesivo que no pue<strong>de</strong> explicarse por qué se convierten para él en fuentes <strong>de</strong><br />
amargos reproches actos insignificantes yerran al atribuir la máxima importancia al<br />
contenido <strong>de</strong> representaciones el objeto inofensivo o el acto insignificante- y combaten<br />
inútilmente sus síntomas tomando dicho contenido como punto <strong>de</strong> partida <strong>de</strong> sus<br />
reflexiones. El psicoanálisis interviene entonces y le muestra el camino acertado,<br />
reconociendo la perfecta justificación <strong>de</strong>l afecto y buscando la representación a la que en<br />
realidad correspon<strong>de</strong>, representación que ha sido reprimida y sustituida por otra.<br />
Presuponemos al obrar así que el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> afecto y el contenido <strong>de</strong> representaciones no<br />
constituyen, contra lo que estamos acostumbrados a admitir, una unidad orgánica<br />
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