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LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS<br />
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quiera llevarse a cabo. Sobre base idéntica a la <strong>de</strong> Edipo rey se halla construida otra <strong>de</strong> las<br />
gran<strong>de</strong>s creaciones trágicas: el Hamlet shakesperiano. Pero la distinta forma <strong>de</strong> tratar una<br />
misma materia nos muestra la diferencia espiritual <strong>de</strong> ambos períodos <strong>de</strong> civilización, tan<br />
distantes uno <strong>de</strong> otro, y el progreso que a través <strong>de</strong> <strong>los</strong> sig<strong>los</strong> va efectuando la represión en<br />
la vida espiritual <strong>de</strong> la Humanidad. En Edipo rey queda exteriorizada y realizada, como en<br />
el sueño, la infantil fantasía optativa, base <strong>de</strong> la tragedia. Por lo contrario, en Hamlet<br />
permanece dicha fantasía reprimida, y sólo por <strong>los</strong> efectos coactivos que <strong>de</strong> ella emanan<br />
nos enteramos <strong>de</strong> su existencia, situación análoga a la <strong>de</strong> la neurosis. <strong>La</strong> creación<br />
shakespeariana nos <strong>de</strong>muestra, <strong>de</strong> este modo, la singular posibilidad <strong>de</strong> obtener un<br />
arrollador efecto trágico, <strong>de</strong>jando en plena oscuridad el carácter <strong>de</strong>l protagonista. Vemos,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, que la obra se halla basada en la vacilación <strong>de</strong> Hamlet en cumplir la venganza<br />
que le ha sido encomendada, pero el texto no nos revela <strong>los</strong> motivos o razones <strong>de</strong> tal<br />
in<strong>de</strong>cisión, y las más diversas tentativas <strong>de</strong> <strong>interpretación</strong> no han conseguido aún<br />
indicárnoslas. Según la opinión hoy dominante, iniciada por Goethe, representa Hamlet<br />
aquel tipo <strong>de</strong> hombre cuya viva fuerza <strong>de</strong> acción queda paralizada por el exuberante<br />
<strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la actividad intelectual. Según otros, ha intentado <strong>de</strong>scribir el poeta un<br />
carácter enfermizo, in<strong>de</strong>ciso y marcado con el sello <strong>de</strong> la neurastenia. Pero la trama <strong>de</strong> la<br />
obra <strong>de</strong>muestra que Hamlet no <strong>de</strong>be ser consi<strong>de</strong>rado, en modo alguno, como una persona<br />
incapaz <strong>de</strong> toda acción.<br />
Dos veces le vemos obrar <strong>de</strong>cididamente: una <strong>de</strong> ellas, con apasionado arrebato,<br />
cuando da la muerte al espía oculto <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l tapiz, y otra conforme a un plan reflexivo y<br />
hasta lleno <strong>de</strong> astucia, cuando con toda la indiferencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> príncipes <strong>de</strong>l Renacimiento<br />
envía a la muerte a <strong>los</strong> dos cortesanos que tenían la misión <strong>de</strong> conducirle a ella. Qué es, por<br />
tanto, lo que paraliza en la ejecución <strong>de</strong> la empresa que el espectro <strong>de</strong> su padre le ha<br />
encomendado. Precisamente el especial carácter <strong>de</strong> dicha misión. Hamlet pue<strong>de</strong> llevarlo<br />
todo a cabo, salvo la venganza contra el hombre que ha usurpado, en el trono y en el lecho<br />
conyugal, el puesto <strong>de</strong> su padre, o sea contra aquel que le muestra la realización <strong>de</strong> sus<br />
<strong>de</strong>seos infantiles. El odio que había <strong>de</strong> impulsarle a la venganza queda sustituido en él por<br />
reproches contra sí mismo y escrúpu<strong>los</strong> <strong>de</strong> conciencia que le muestran incurso en <strong>los</strong><br />
mismos <strong>de</strong>litos que está llamado a castigar en el rey Claudio. De estas consi<strong>de</strong>raciones, con<br />
las que no hemos hecho sino traducir a lo consciente lo que en el alma <strong>de</strong>l protagonista<br />
tiene que permanecer inconsciente, <strong>de</strong>duciremos que lo que en Hamlet hemos <strong>de</strong> ver es un<br />
histérico, <strong>de</strong>ducción que queda confirmada por su repulsión sexual, exteriorizada en su<br />
diálogo con Ofelia. Esta repulsión sexual es la misma que a partir <strong>de</strong>l Hamlet va<br />
apo<strong>de</strong>rándose, cada vez más por entero, <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong>l poeta, hasta culminar en Timón <strong>de</strong><br />
Atenas. <strong>La</strong> vida anímica <strong>de</strong> Hamlet no es otra que la <strong>de</strong>l propio Shakespeare. De la obra <strong>de</strong><br />
Jorge Brandès sobre este autor (1896) tomo el dato <strong>de</strong> que Hamlet fue escrito a raíz <strong>de</strong> la<br />
muerte <strong>de</strong>l padre <strong>de</strong>l poeta (1601); esto es, en medio <strong>de</strong>l dolor que tal pérdida había <strong>de</strong><br />
causar al hijo y, por tanto, <strong>de</strong> la reviviscencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> sentimientos infantiles <strong>de</strong>l mismo con<br />
respecto a su padre. Conocido es también que el hijo <strong>de</strong> Shakespeare, muerto en edad<br />
temprana, llevaba el nombre <strong>de</strong> Hamlet (idéntico al <strong>de</strong> Hamlet). Así como Hamlet trata <strong>de</strong><br />
la relación <strong>de</strong>l hijo con sus padres, Macbeth, escrito poco <strong>de</strong>spués, <strong>de</strong>sarrolla el tema <strong>de</strong> la<br />
esterilidad. Del mismo modo que el sueño y en general todo síntoma neurótico es<br />
susceptible <strong>de</strong> una super<strong>interpretación</strong> e incluso precisa <strong>de</strong> ella para su completa<br />
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