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SIGMUND FREUD<br />
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que pensaba someterse a una operación quirúrgica y que unos parientes suyos, resi<strong>de</strong>ntes en<br />
Viena, me tendrían al corriente <strong>de</strong> su estado durante aquel<strong>los</strong> días. <strong>La</strong>s primeras noticias<br />
posteriores a la operación no fueron nada satisfactorias y me pusieron en cuidado. Hubiera<br />
querido acudir al lado <strong>de</strong> mi amigo; pero precisamente por entonces me hallaba aquejado <strong>de</strong><br />
una dolorosa enfermedad que convertía en atroz tortura cada uno <strong>de</strong> mis movimientos. <strong>La</strong>s<br />
i<strong>de</strong>as latentes me <strong>de</strong>muestran que la vida <strong>de</strong> mi amigo llegó a inspirarme serios temores. Su<br />
única hermana, a la que no llegué a conocer, había muerto en plena juventud, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />
brevísima enfermedad. (En el sueño habla Fl. <strong>de</strong> su hermana y dice: «En tres cuartos <strong>de</strong><br />
hora quedó muerta.») Imaginando que la naturaleza <strong>de</strong> mi amigo no era mucho más<br />
resistente, <strong>de</strong>bí figurarme que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> recibir peores noticias, emprendía, por fin, el<br />
viaje... y llegaba <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>, cosa que me hubiera reprochado eternamente. Este<br />
reproche <strong>de</strong> haber llegado tar<strong>de</strong> pasa a constituir el centro <strong>de</strong>l sueño; pero queda<br />
representado en una escena en la que Brücke, el venerado maestro <strong>de</strong> mis años <strong>de</strong><br />
estudiante, me lo hace presente acompañándolo <strong>de</strong> una terrible mirada <strong>de</strong> sus azules ojos.<br />
No pudiendo reproducir el sueño esta escena tal como fue vivida, la transforma,<br />
atribuyéndome el papel aniquilador, inversión que es, sin duda alguna, obra <strong>de</strong> la<br />
realización <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos. Los cuidados que me inspira la vida <strong>de</strong> mi amigo, el reproche <strong>de</strong> no<br />
acudir a su lado, la vergüenza que ello me produce (mi amigo ha venido inesperadamente a<br />
Viena) y mi necesidad <strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rarme perfectamente disculpado por la enfermedad que<br />
me impi<strong>de</strong> moverme, son <strong>los</strong> elementos que componen la tempestad <strong>de</strong> sentimientos que se<br />
<strong>de</strong>sarrolla en la región correspondiente <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as latentes y es claramente percibida<br />
durante el reposo. En la motivación <strong>de</strong>l sueño había aún algo más, que produjo en mí un<br />
efecto totalmente contrario. Al darme las primeras noticias, nada tranquilizadoras en <strong>los</strong><br />
días que siguieron a la operación, se me hizo la advertencia <strong>de</strong> que no las comunicase a<br />
nadie, advertencia que me ofendió por el juicio que sobre mi discreción significaba. Sabía,<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, que mi amigo no había encargado a nuestro intermediario nada semejante y<br />
que se trataba <strong>de</strong> una oficiosidad <strong>de</strong> este último; pero el reproche en ella oculto me<br />
<strong>de</strong>sagradó extraordinariamente.... por que no era <strong>de</strong>l todo injustificado. Aquel<strong>los</strong> reproches<br />
en <strong>los</strong> que no hay algo <strong>de</strong> verdad no suelen indignarnos tanto. Mi amigo Fl. no podía<br />
ciertamente tener motivo ninguno para dudar <strong>de</strong> mi discreción; pero una vez, en años<br />
juveniles, hablé más <strong>de</strong> lo conveniente y ocasioné un disgusto entre dos personas que me<br />
honraban con su amistad, contando a una algo que sobre ella había dicho la otra. Los<br />
reproches <strong>de</strong> que por entonces se me hizo objeto permanecen grabados para siempre en mi<br />
memoria. Uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> amigos entre <strong>los</strong> que sembré en aquella ocasión la discordia era el<br />
profesor Fleischl; el otro pue<strong>de</strong> ser sustituido por el nombre <strong>de</strong> José, que era también el <strong>de</strong><br />
mi amigo y adversario P., resucitado por mi sueño.<br />
Del reproche <strong>de</strong> que no sé guardar nada para mí testimonia en el sueño la pregunta<br />
<strong>de</strong> Fl. («Qué es lo que sobre él ha contado a P.?») <strong>La</strong> intervención <strong>de</strong> este recuerdo es lo<br />
que transfiere <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el presente al tiempo en que iba al laboratorio <strong>de</strong> Brücke el reproche <strong>de</strong><br />
que llego tar<strong>de</strong>. Sustituyendo en la escena <strong>de</strong>l aniquilamiento la persona <strong>de</strong> mi interlocutor<br />
por un «José», hago que esta escena represente no sólo el reproche <strong>de</strong> que llego tar<strong>de</strong>, sino<br />
también el otro, más rigurosamente sometido a la censura, <strong>de</strong> que no sé guardar ningún<br />
secreto. <strong>La</strong> labor <strong>de</strong> con<strong>de</strong>nsación y <strong>de</strong>splazamiento <strong>de</strong>l sueño, así como <strong>los</strong> motivos <strong>de</strong>l<br />
mismo, se hacen aquí evi<strong>de</strong>ntes. Mi disgusto ante la advertencia <strong>de</strong> conservar el secreto,<br />
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