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SIGMUND FREUD<br />
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varios ejemp<strong>los</strong> que ilustrarán algunas <strong>de</strong> las afirmaciones antes expuestas sobre el<br />
fenómeno afectivo en <strong>los</strong> <strong>sueños</strong>.<br />
V. En el sueño <strong>de</strong>l extraño trabajo que el viejo Brücke me ha encomendado el <strong>de</strong><br />
disecar la mitad inferior <strong>de</strong> mi propio cuerpo echo <strong>de</strong> menos en el mismo sueño el espanto<br />
que tal labor <strong>de</strong>bía, naturalmente, producirme. Esta circunstancia constituye, en más <strong>de</strong> un<br />
sentido, una realización <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos. <strong>La</strong> preparación anatómica representa el amplio<br />
autoanálisis contenido en mi libro sobre <strong>los</strong> <strong>sueños</strong>, y cuya publicación me es en extremo<br />
<strong>de</strong>sagradable, hasta el punto <strong>de</strong> que, teniendo terminado el manuscrito hace más <strong>de</strong> un año,<br />
no me he <strong>de</strong>cidido aún a enviarlo a la imprenta. Sin embargo, abrigo el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> dominar<br />
esta sensación que me retiene <strong>de</strong> dar a conocer mi trabajo, y por este motivo no<br />
experimento en el sueño terror (Grauen) ninguno. Pero la palabra Grauen (terror) tiene<br />
también otro sentido (grauen = encanecer), en el que tampoco quisiera que pudiera serme<br />
aplicada. Hace ya tiempo que mis cabel<strong>los</strong> han comenzado a «encanecer», indicándome que<br />
no <strong>de</strong>bo ya retrasar aquello que <strong>de</strong>see llevar a cabo en la vida. Ya vimos que al final <strong>de</strong>l<br />
sueño queda representada la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que habré <strong>de</strong> abandonar a mis hijos la continuación <strong>de</strong><br />
mi obra y la alegría <strong>de</strong> llegar al fin <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> difícil peregrinación.<br />
Hemos expuesto antes dos <strong>sueños</strong> que transfieren a <strong>los</strong> instantes inmediatamente<br />
posteriores al <strong>de</strong>spertar la expresión <strong>de</strong> la satisfacción. En el primero aparece motivado este<br />
afecto por la esperanza <strong>de</strong> averiguar lo que significa el «Yo he soñado ya esto» <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />
sueño mismo y correspon<strong>de</strong> en realidad al nacimiento <strong>de</strong> <strong>los</strong> primeros hijos. En el segundo<br />
se muestra enlazado al convencimiento <strong>de</strong> que se cumplirá ahora aquello que «signos<br />
anteriores anunciaron» y se refiere verda<strong>de</strong>ramente al nacimiento <strong>de</strong> mi segundogénito.<br />
Ambos contenidos manifiestos muestran afectos idénticos a <strong>los</strong> dados en sus i<strong>de</strong>as latentes<br />
respectivas; pero esta circunstancia no nos autoriza a suponer que ha tenido efecto un<br />
simple paso <strong>de</strong> dichos afectos <strong>de</strong> un contenido a otro. El sueño no muestra nunca tanta<br />
sencillez. En efecto, profundizando un poco más en el análisis <strong>de</strong> estos ejemp<strong>los</strong>,<br />
<strong>de</strong>scubrimos que tal satisfacción exenta <strong>de</strong> toda censura queda incrementada por un<br />
refuerzo suministrado por otra fuente sobre la que habría <strong>de</strong> recaer el veto <strong>de</strong> la misma y<br />
cuyo afecto <strong>de</strong>spertaría la más enérgica oposición si no se ocultara <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l <strong>de</strong> idéntica<br />
cualidad proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la fuente permitida, <strong>de</strong>slizándose así a su amparo. Por <strong>de</strong>sgracia, no<br />
me es posible <strong>de</strong>mostrar esta circunstancia en el sueño a que nos venimos refiriendo, pero<br />
un ejemplo tomado <strong>de</strong> otra distinta esfera aclarará suficientemente estas opiniones.<br />
Supongamos el caso siguiente: Hay una persona que me inspira odio hasta el punto<br />
<strong>de</strong> hacer surgir en mí una viva ten<strong>de</strong>ncia a alegrarme <strong>de</strong> que le ocurra alguna <strong>de</strong>sgracia.<br />
Pero, como mis sentimientos morales no se pliegan a esta ten<strong>de</strong>ncia, no me atrevo a<br />
exteriorizar mis ma<strong>los</strong> <strong>de</strong>seos, y si la <strong>de</strong>sgracia recae sobre dicha persona, sin culpa alguna<br />
por su parte, reprimiré mi satisfacción y me esforzaré en sentir y exteriorizar la compasión<br />
<strong>de</strong>bida. Todos nos hemos hallado alguna vez en esta situación. Pero pue<strong>de</strong> también suce<strong>de</strong>r<br />
que la persona odiada cometa una extralimitación cualquiera y atraiga sobre sí <strong>de</strong> este modo<br />
merecidas calamida<strong>de</strong>s. Entonces podremos <strong>de</strong>jar libre curso a nuestra satisfacción ante el<br />
justo castigo recibido por el culpable y nos exteriorizaremos en esta forma coincidiendo al<br />
hacerlo así con toda persona imparcial. Sin embargo, no <strong>de</strong>jaremos <strong>de</strong> observar que nuestra<br />
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