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SIGMUND FREUD<br />
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al que ninguna relación <strong>de</strong> amistad ligaba con su inmediato superior, manifestó claramente<br />
su impaciencia en varias ocasiones. Dado que dicha persona pa<strong>de</strong>cía una grave enfermedad,<br />
el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> verle conseguir un ascenso, esto es, <strong>de</strong>jar su puesto, podía encubrir otro menos<br />
piadoso. Años antes había yo abrigado también, y más vivamente aún, el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que se<br />
produjese una vacante. Todo escalafón da siempre motivo a represiones <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> este<br />
género. Recor<strong>de</strong>mos al príncipe Hal -<strong>de</strong> la obra <strong>de</strong> Shakespeare-, que no supo resistir a la<br />
tentación <strong>de</strong> probarse la corona <strong>de</strong>l rey, su padre, junto al lecho en que éste yacía enfermo.<br />
Mi sueño castiga tan <strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rada impaciencia; pero, como era <strong>de</strong> esperar, no lo hace en<br />
mi propia persona, sino en la <strong>de</strong> mi amigo . «Porque era ambicioso, le maté.» Porque no<br />
podía esperar que el otro le <strong>de</strong>jara el puesto, fue él expulsado <strong>de</strong>l que ocupaba en la vida.<br />
Este pensamiento surgió en mí mientras asistía a la inauguración <strong>de</strong>l monumento erigido al<br />
otro en la Universidad. Una parte <strong>de</strong> la satisfacción experimentada en el sueño significa,<br />
pues: «Ha sido un justo castigo. Te está bien empleado.»<br />
En el entierro <strong>de</strong> mi amigo (P.) hizo un joven la observación <strong>de</strong> que el orador que<br />
había pronunciado el discurso necrológico se había expresado como Si el mundo no<br />
pudiese continuar subsistiendo sin aquel hombre, observación a primera vista poco<br />
oportuna, pero que respondía al honrado sentimiento <strong>de</strong>l hombre sincero que ve perturbado<br />
su dolor por una inútil exageración. A estos conceptos se enlazan luego las i<strong>de</strong>as latentes <strong>de</strong><br />
mi sueño. En realidad, nadie es insustituible. ¡A cuántos amigos y conocidos he<br />
acompañado yo a la tumba! Pero yo vivo todavía; he sobrevivido a todos y conservo mi<br />
puesto. Tal pensamiento, en el instante en que temo no encontrar ya en vida a mi amigo si<br />
acudo a su lado, no pue<strong>de</strong> significar sino que me alegro <strong>de</strong> sobrevivir nuevamente a<br />
alguien, <strong>de</strong> que el que ha muerto haya sido él y no yo, y <strong>de</strong> que conservo mi puesto, como<br />
antes, en la escena infantil fantaseada. Esta satisfacción <strong>de</strong> conservar mi puesto, proce<strong>de</strong>nte<br />
<strong>de</strong> lo infantil, encubre la parte principal <strong>de</strong>l afecto acogido en el sueño. Me alegro <strong>de</strong><br />
sobrevivir a mi amigo, y lo manifiesto con el ingenuo egoísmo que campea en la conocida<br />
anécdota: «El marido, a su mujer: 'Si uno <strong>de</strong> nosotros muriere, me iría a vivir a París.'» No<br />
pue<strong>de</strong> ocultarse a nadie lo mucho que nos es preciso vencernos para analizar y comunicar<br />
nuestros propios <strong>sueños</strong>, que parecen revelarnos como el único ser perverso entre todas las<br />
nobles criaturas que nos ro<strong>de</strong>an. Encuentro, por tanto, muy comprensible que <strong>los</strong> revenants<br />
nos sustituyan sólo mientras queremos, que podamos hacer<strong>los</strong> <strong>de</strong>saparecer con sólo<br />
<strong>de</strong>searlo. Esto ha sido lo que ha motivado el castigo <strong>de</strong> mi amigo José. Por otro lado, <strong>los</strong><br />
revenants son las sucesivas encarnaciones <strong>de</strong> mi infantil amigo, y <strong>de</strong> este modo se refiere<br />
también mi satisfacción a haber logrado sustituir siempre con otras las amista<strong>de</strong>s perdidas.<br />
También para la que ahora estoy a punto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r encontraré sustitución. Nadie es<br />
insustituible. Mas ¿dón<strong>de</strong> permanece aquí la censura onírica? ¿Por qué no acu<strong>de</strong> a oponerse<br />
enérgicamente a este proceso mental tan groseramente egoísta y no transforma en profundo<br />
displacer la satisfacción que a él se muestra enlazada? A mi juicio, obe<strong>de</strong>ce esta conducta a<br />
que otros procesos mentales por completo irreprochables provocan también satisfacción y<br />
encubren con este afecto el <strong>de</strong> igual carácter emanado <strong>de</strong> las fuentes infantiles prohibidas.<br />
Durante la solemne inauguración <strong>de</strong>l monumento en la Universidad surgieron también en<br />
mí <strong>los</strong> pensamientos siguientes: He perdido ya muchos y muy queridos amigos; unos me<br />
han sido arrebatados por la muerte; otros no han sabido conservar mi amistad. Pero,<br />
afortunadamente, he logrado sustituir<strong>los</strong>, pues tengo hoy uno que significa para mí más que<br />
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