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La interpretación de los sueños

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LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS<br />

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tempranos impulsos infantiles hizo posible la encarnación <strong>de</strong> este reproche en un sueño;<br />

pero la contradicción existente entre el estímulo <strong>de</strong>l sueño y <strong>los</strong> pensamientos diurnos tenía<br />

necesariamente que darle un carácter absurdo (ver «Los dos principios <strong>de</strong>l funcionamiento<br />

mental», 1911, vol. V <strong>de</strong> esta colección).<br />

Los <strong>sueños</strong> con personas queridas que la muerte nos ha arrebatado plantean a la<br />

<strong>interpretación</strong> onírica difíciles problemas, cuya satisfactoria solución no siempre nos es<br />

dado conseguir. Estas dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>n, probablemente, <strong>de</strong> la intensa ambivalencia<br />

sentimental dominante en las relaciones <strong>de</strong>l sujeto con la persona fallecida. Es muy<br />

corriente que en tales <strong>sueños</strong> aparezca primero vivo el protagonista, surja <strong>de</strong>spués, <strong>de</strong><br />

repente, la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que está muerto y vuelva luego a ser resucitado. Estas alternativas, que<br />

en principio nos <strong>de</strong>sorientan, expresan la indiferencia <strong>de</strong>l sujeto. («Me es igual que esté<br />

vivo o muerto.») Naturalmente, no es esta indiferencia real, sino simplemente <strong>de</strong>seada;<br />

tien<strong>de</strong> a negar las disposiciones sentimentales <strong>de</strong>l sujeto, muy intensas y a veces<br />

contrapuestas, y se constituye así en representación onírica <strong>de</strong> su ambivalencia. <strong>La</strong><br />

explicación <strong>de</strong> otros <strong>sueños</strong> <strong>de</strong> este género se consigue aplicando la regla siguiente: cuando<br />

el sueño no menciona la muerte <strong>de</strong> la persona en él resucitada es señal <strong>de</strong> que el sujeto se<br />

i<strong>de</strong>ntifica con dicha persona y sueña, por tanto, con su propia muerte. A esta i<strong>de</strong>ntificación<br />

se opone luego, <strong>de</strong> repente, la reflexión <strong>de</strong> que se trate <strong>de</strong> alguien fallecido hace ya tiempo.<br />

De todos modos ha <strong>de</strong> confesar que la <strong>interpretación</strong> onírica no ha logrado aún arrancar a<br />

<strong>los</strong> <strong>sueños</strong> <strong>de</strong> este género todos sus secretos.<br />

III. En el ejemplo que sigue sorpren<strong>de</strong>mos ya a la elaboración onírica en la<br />

voluntaria creación <strong>de</strong> un absurdo, para el que no ofrece pretexto ninguno el material dado.<br />

Trátase <strong>de</strong>l sueño provocado por mi encuentro con el con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Thun en la estación <strong>de</strong><br />

ferrocarril (pág. 473-9). «Voy en un coche <strong>de</strong> un caballo, y digo al cochero que me lleve a<br />

una estación. Luego, contestando a no sé qué objeción que el cochero me opone, como si<br />

hubiese ya retenido <strong>de</strong>masiado tiempo sus servicios y se hallase fatigado, añado: 'Por la vía<br />

no puedo ir con usted.' Al <strong>de</strong>cir esto me parece como si hubiera recorrido ya en el coche<br />

una distancia que se acostumbra recorrer en ferrocarril.» Sobre esta absurda y embrollada<br />

escena nos suministra el análisis las siguientes aclaraciones: aquella tar<strong>de</strong> hube <strong>de</strong> tomar un<br />

coche <strong>de</strong> un caballo para ir a una apartada calle <strong>de</strong> Dornbach. El cochero ignoraba la<br />

situación <strong>de</strong> tal calle; pero, como es costumbre <strong>de</strong>l oficio, en lugar <strong>de</strong> preguntarme el<br />

camino echó a andar a la aventura, hasta que, dándome cuenta <strong>de</strong> lo que sucedía, le indiqué<br />

la ruta que había <strong>de</strong> seguir, no sin hacerle <strong>de</strong> paso algunas observaciones irónicas. Partiendo<br />

<strong>de</strong> la persona <strong>de</strong> este cochero, se forma una concatenación <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as que me conduce hasta<br />

la <strong>de</strong>l aristócrata al que <strong>de</strong>spués encontré en la estación. Me limitaré por ahora a indicar que<br />

la afición <strong>de</strong> <strong>los</strong> aristócratas a guiar sus carruajes, sustituyendo al cochero, es cosa que<br />

<strong>de</strong>spierta en nosotros, plebeyos burgueses, cierta extrañeza. El con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Thun dirige<br />

también el carro (coche) <strong>de</strong>l Estado austríaco. <strong>La</strong> frase inmediata <strong>de</strong>l sueño se refiere a mi<br />

hermano, al que i<strong>de</strong>ntifico, por tanto, con el cochero <strong>de</strong> mi historia. Este año he <strong>de</strong>bido<br />

suspen<strong>de</strong>r, como otras veces, mi viaje por Italia. («Por la vía no puedo ir con usted.») Mi<br />

negativa ha sido una especie <strong>de</strong> castigo por haberse quejado <strong>de</strong> que llegaba a fatigarse<br />

(circunstancia que pasa el sueño sin modificación ninguna), en mi afán <strong>de</strong> no <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ver<br />

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