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La interpretación de los sueños

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SIGMUND FREUD<br />

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última a <strong>de</strong>formar sus actos psíquicos, al exteriorizar<strong>los</strong>; o dicho <strong>de</strong> otro modo: a disimular.<br />

<strong>La</strong> cortesía social que estamos habituados a observar cotidianamente no es en gran parte<br />

sino tal disimulo. Asimismo, al comunicar aquí a mis lectores las interpretaciones <strong>de</strong> mis<br />

<strong>sueños</strong> me veo forzado a llevar a cabo tales <strong>de</strong>formaciones. De este necesidad <strong>de</strong> disfrazar<br />

nuestro pensamiento se lamentaba también el poeta: Lo mejor que saber pue<strong>de</strong>/no te es<br />

dado <strong>de</strong>círselo a <strong>los</strong> niños .<br />

En análoga situación se encuentra el escritor político que quiere <strong>de</strong>cir unas cuantas<br />

verda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>sagradables al Gobierno. Si las expresa sin disfraz alguno, la autoridad<br />

reprimirá su exteriorización, a posteriori, si se trata <strong>de</strong> manifestaciones verbales, o<br />

preventivamente, si han <strong>de</strong> hacerse públicas por medio <strong>de</strong> la imprenta. De este modo el<br />

escritor, temeroso <strong>de</strong> la censura, atenuará y <strong>de</strong>formará la expresión <strong>de</strong> sus opiniones. Según<br />

la energía y la susceptibilidad <strong>de</strong> esta censura, se verá obligado a prescindir simplemente <strong>de</strong><br />

algunas formas <strong>de</strong> ataque, a hablar por medio <strong>de</strong> alusiones y no directamente o a ocultar sus<br />

juicios bajo un disfraz, inocente en apariencia, refiriendo, por ejemplo, <strong>los</strong> actos <strong>de</strong> dos<br />

mandarines <strong>de</strong>l Celeste Imperio cuando intente publicar <strong>los</strong> dos altos personajes <strong>de</strong> su<br />

patria. Cuanto más severa es la censura, más chistosos son con frecuencia <strong>los</strong> medios <strong>de</strong><br />

que el escritor se sirve para poner a sus lectores sobre la pista <strong>de</strong> la significación verda<strong>de</strong>ra<br />

<strong>de</strong> su artículo . <strong>La</strong> absoluta y minuciosa coinci<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>los</strong> fenómenos <strong>de</strong> la censura con<br />

<strong>los</strong> <strong>de</strong> la <strong>de</strong>formación onírica nos autoriza a atribuir a ambos procesos condiciones análogas<br />

<strong>de</strong> la formación <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>sueños</strong>, dos po<strong>de</strong>res psíquicos <strong>de</strong>l individuo (corrientes, sistemas),<br />

uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> cuales forma el <strong>de</strong>seo expresado por el sueño, mientras que el otro ejerce una<br />

censura sobre dicho <strong>de</strong>seo y le obliga <strong>de</strong> este modo a <strong>de</strong>formar su exteriorización. Sólo nos<br />

quedaría entonces por averiguar qué es lo que confiere a esta segunda instancia el po<strong>de</strong>r<br />

mediante el cual le es dado ejercer la censura.<br />

Si recordamos que las i<strong>de</strong>as latentes <strong>de</strong>l sueño no son conscientes antes <strong>de</strong>l análisis,<br />

y, en cambio, el contenido manifiesto <strong>de</strong> ellas emanado sí es recordado como consciente,<br />

po<strong>de</strong>mos sentar la hipótesis <strong>de</strong> que el privilegio <strong>de</strong> que dicha segunda instancia goza es<br />

precisamente el <strong>de</strong>l acceso a la conciencia. Nada <strong>de</strong>l primer sistema pue<strong>de</strong> llegar a la<br />

conciencia sin antes pasar por la segunda instancia, y ésta no <strong>de</strong>ja pasar nada sin ejercer<br />

sobre ello sus <strong>de</strong>rechos e imponer a <strong>los</strong> elementos que aspiran a llegar a la conciencia<br />

aquellas transformaciones que le parecen convenientes. Entrevemos aquí una especialísima<br />

concepción <strong>de</strong> la «esencia» <strong>de</strong> la conciencia; el <strong>de</strong>venir consciente es para nosotros un<br />

especial acto psíquico, distinto e in<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> <strong>los</strong> procesos <strong>de</strong> inteligir o representar, y<br />

la conciencia se nos muestra como un órgano sensorial que percibe un contenido dado en<br />

otra parte. No es nada difícil <strong>de</strong>mostrar que la psicopatología no pue<strong>de</strong> prescindir en<br />

absoluto <strong>de</strong> estas hipótesis fundamentales cuyo <strong>de</strong>tenido estudio habremos <strong>de</strong> llevar a cabo<br />

más a<strong>de</strong>lante.<br />

Conservando esta representación <strong>de</strong> las dos instancias psíquicas y <strong>de</strong> sus relaciones<br />

con la conciencia, se nos muestra una analogía por completo congruente entre la singular<br />

ternura que en mi sueño experimento hacia mi amigo R. -tan <strong>de</strong>nigrado luego en la<br />

<strong>interpretación</strong>- y la vida política <strong>de</strong>l hombre. Supongámonos, en efecto, trasladados a un<br />

Estado en el que un rey absoluto, muy ce<strong>los</strong>o <strong>de</strong> sus prerrogativas, y una activa opinión<br />

pública luchan entre sí. El pueblo se rebela contra un ministro que no le es grato y pi<strong>de</strong> su<br />

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