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La interpretación de los sueños

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LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS<br />

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anciano padre <strong>de</strong>mostró en aquella ocasión y oponerlo a la conducta <strong>de</strong> una tercera persona.<br />

Advierto ahora que si el sueño pue<strong>de</strong> permitirse en este caso burlarse <strong>de</strong>l padre o <strong>de</strong>nigrarle<br />

es porque el mismo es ensalzado en las i<strong>de</strong>as latentes y presentado a otros como mo<strong>de</strong>lo.<br />

En la naturaleza <strong>de</strong> toda censura está el <strong>de</strong>jar libre paso a conceptos inciertos sobre las<br />

cosas prohibidas antes que a <strong>los</strong> estrictamente verda<strong>de</strong>ros. <strong>La</strong> frase inmediata, que contiene<br />

el recuerdo <strong>de</strong> haberse emborrachado una vez, teniendo que ser encerrado, no entraña nada<br />

que pueda referirse realmente a mi padre. <strong>La</strong> persona a la que él mismo encubre no es nada<br />

menos que la <strong>de</strong>l gran Meynert, cuyos trabajos he seguido con fervorosa veneración y cuya<br />

conducta para conmigo se transformó, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un corto período <strong>de</strong> predilección, en<br />

franca hostilidad. El sueño me recuerda, en primer lugar, su propia confesión <strong>de</strong> que en su<br />

juventud había contraído la costumbre <strong>de</strong> embriagarse con cloroformo, teniendo que<br />

ingresar a consecuencia <strong>de</strong> ello en el hospital, y en segundo, una conversación que tuve con<br />

él poco tiempo antes <strong>de</strong> su muerte.<br />

Habíamos sostenido una empeñadísima polémica sobre la histeria masculina cuya<br />

existencia negaba él, y cuando en su última enfermedad fui a visitarle y le interrogué sobre<br />

su estado, me hizo una amplia <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> sus síntomas, y terminó con las palabras: «He<br />

sido siempre un acabado caso <strong>de</strong> histeria masculina.» Resultaba pues, que había terminado<br />

por aceptar lo que tan tenazmente hubo antes <strong>de</strong> combatir, cosa que me satisfizo y asombró<br />

en extremo. <strong>La</strong> posibilidad <strong>de</strong> encubrir en esta escena la figura <strong>de</strong> Meynert con la <strong>de</strong> mi<br />

padre no <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> una analogía existente entre ambas personas, sino que constituye la<br />

representación -muy sintética, pero perfectamente suficiente- <strong>de</strong> una frase condicional dada<br />

en las i<strong>de</strong>as latentes «Si yo fuera hijo <strong>de</strong> un profesor o <strong>de</strong> un consejero áulico, hubiera<br />

progresado, con seguridad, más rápidamente.» En mi sueño confiero a mi padre tales<br />

dignida<strong>de</strong>s. El absurdo más grosero y perturbador <strong>de</strong>l sueño resi<strong>de</strong> en el manejo <strong>de</strong> la fecha<br />

1851, que me parece idéntica a la <strong>de</strong> 1856, como si la diferencia <strong>de</strong> cinco años no<br />

significara nada. Esto es precisamente lo que en las i<strong>de</strong>as latentes <strong>de</strong>manda una<br />

representación. Cuatro o cinco años fue el tiempo que gocé <strong>de</strong>l apoyo <strong>de</strong>l colega<br />

inicialmente citado y el plazo que tuvo que esperar mi prometida a que yo me pusiera en<br />

condiciones <strong>de</strong> contraer matrimonio.<br />

Asimismo, y por una casual coinci<strong>de</strong>ncia que las i<strong>de</strong>as latentes se apresuran a<br />

aprovechar, es también éste el tiempo que lleva mi paciente antes mencionado acudiendo a<br />

mi consulta y sometiéndose al tratamiento psicoanalítico. «¿Qué son cinco años? preguntan<br />

las i<strong>de</strong>as latentes. Eso no es nada para mí. Tengo mucho tiempo por <strong>de</strong>lante, y <strong>de</strong>l mismo<br />

modo que en aquellas otras ocasiones acabé por conseguir lo que me proponía contra lo que<br />

se esperaba, también en este caso terminaré por alcanzar un éxito completo.» <strong>La</strong> cifra 51,<br />

aislada <strong>de</strong> la fecha 1851, muestra a<strong>de</strong>más una segunda <strong>de</strong>terminación, contraria a la<br />

anterior. <strong>La</strong> edad <strong>de</strong> cincuenta y un años es la más peligrosa para el hombre. Algunos <strong>de</strong><br />

mis colegas que no parecían pa<strong>de</strong>cer enfermedad ninguna, han muerto en poco tiempo al<br />

alcanzarla; entre el<strong>los</strong>, uno que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> largos años <strong>de</strong> espera, acababa <strong>de</strong> recibir el<br />

<strong>de</strong>seado título <strong>de</strong> profesor.<br />

V. Otro sueño absurdo, que maneja cifras: «Uno <strong>de</strong> mis conocidos, el señor M., ha<br />

sido atacado en un artículo nada menos que por el propio Goethe. Todos reconocemos la<br />

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