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SIGMUND FREUD<br />
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Introduciremos ahora fundadamente una primera diferenciación en el extremo<br />
sensible. <strong>La</strong>s percepciones que llegan hasta nosotros <strong>de</strong>jan en nuestro aparato psíquico una<br />
huella a la que po<strong>de</strong>mos dar el nombre <strong>de</strong> huella mnémica (Erinnerungsspur). <strong>La</strong> función<br />
que a esta huella mnémica se refiere es la que <strong>de</strong>nominamos memoria. Continuando nuestro<br />
propósito <strong>de</strong> adscribir a diversos sistemas <strong>los</strong> procesos psíquicos, observamos que la huella<br />
mnémica no pue<strong>de</strong> consistir sino en modificaciones permanentes <strong>de</strong> <strong>los</strong> elementos <strong>de</strong>l<br />
sistema. Ahora bien: como ya hemos indicado en otro lugar, el que un mismo sistema haya<br />
<strong>de</strong> retener fielmente modificaciones <strong>de</strong> sus elementos y conservar, sin embargo, una<br />
capacidad constante <strong>de</strong> acoger nuevos motivos <strong>de</strong> modificación supone no pocas<br />
dificulta<strong>de</strong>s. Siguiendo el principio que seguía nuestra tentativa, distribuiremos, pues, estas<br />
dos funciones en sistemas distintos, suponiendo que <strong>los</strong> estímu<strong>los</strong> <strong>de</strong> percepción son<br />
acogidos por un sistema anterior <strong>de</strong>l aparato que no conserva nada <strong>de</strong> el<strong>los</strong>; esto es, que<br />
carece <strong>de</strong> toda memoria, y que <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> este sistema hay otro que transforma la<br />
momentánea excitación <strong>de</strong>l primero en huellas dura<strong>de</strong>ras. <strong>La</strong> figura número 2 correspon<strong>de</strong><br />
a este nuevo aspecto <strong>de</strong>l aparato psíquico.<br />
Sabido es que las percepciones que actúan sobre el sistema P perduran algo más que<br />
su contenido. Nuestras percepciones <strong>de</strong>muestran hallarse también enlazadas entre sí en la<br />
memoria, conforme, ante todo, a su primitiva coinci<strong>de</strong>ncia en el tiempo. Este hecho es el<br />
que conocemos con el nombre <strong>de</strong> asociación. Ahora bien: el sistema P no pue<strong>de</strong> conservar<br />
las huellas para la asociación, puesto que carece <strong>de</strong> memoria. Cada uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> elementos P<br />
quedaría insoportablemente obstruido en su función si un resto <strong>de</strong> una asociación anterior<br />
se opusiera a una nueva percepción. Habremos, pues, <strong>de</strong> suponer que <strong>los</strong> sistemas<br />
mnémicos constituyen la base <strong>de</strong> la asociación. Esta consistirá entonces en que, siguiendo<br />
la menor resistencia, se propagará la excitación preferentemente <strong>de</strong> un primer elemento Hm<br />
a un segundo elemento, en lugar <strong>de</strong> saltar a otro tercero. Un <strong>de</strong>tenido examen nos muestra,<br />
pues, la necesidad <strong>de</strong> aceptar la existencia <strong>de</strong> más <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> estos sistemas Hm, en cada<br />
uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> cuales es objeto <strong>de</strong> una distinta fijación la excitación propagada por <strong>los</strong><br />
elementos P. El primero <strong>de</strong> estos sistemas Hm contendrá <strong>de</strong> todos modos la fijación <strong>de</strong> la<br />
asociación por simultaneidad, y en <strong>los</strong> más alejados quedará or<strong>de</strong>nado el mismo material <strong>de</strong><br />
excitación según otros distintos ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> coinci<strong>de</strong>ncia, <strong>de</strong> manera que estos sistemas<br />
posteriores representarían, por ejemplo, las relaciones <strong>de</strong> analogía, etc. Sería, naturalmente,<br />
ocioso querer <strong>de</strong>scribir la significación psíquica <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> estos sistemas. Su característica<br />
se hallaría en la intimidad <strong>de</strong> sus relaciones con <strong>los</strong> elementos <strong>de</strong>l material mnémico bruto;<br />
esto es, si queremos aludir a una teoría más profunda, en <strong>los</strong> escalonamientos <strong>de</strong> la<br />
resistencia conductora <strong>de</strong> estos elementos.<br />
Habremos <strong>de</strong> intercalar aquí una observación <strong>de</strong> carácter general que entraña quizá<br />
una importantísima indicación. El sistema P, que no posee capacidad para conservar las<br />
modificaciones; esto es, que carece <strong>de</strong> memoria, aporta a nuestra conciencia toda la<br />
variedad <strong>de</strong> las cualida<strong>de</strong>s sensibles. Por el contrario, nuestros recuerdos, sin excluir <strong>los</strong><br />
más profundos y precisos, son inconscientes en sí. Pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>venir conscientes, pero no es<br />
posible dudar que <strong>de</strong>spliegan todos sus efectos en estado inconsciente. Aquello que<br />
<strong>de</strong>nominamos nuestro carácter reposa sobre las huellas mnémicas <strong>de</strong> nuestras impresiones,<br />
y precisamente aquellas impresiones que han actuado más intensamente sobre nosotros, o<br />
sea las <strong>de</strong> nuestra primera juventud, son las que no se hacen conscientes casi nunca. Pero<br />
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