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LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS<br />
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elementos oníricos no son en ningún modo meras representaciones, sino verídicas y<br />
verda<strong>de</strong>ras experiencias <strong>de</strong>l alma, iguales a las que en la vida <strong>de</strong>spierta surgen por<br />
mediación <strong>de</strong> <strong>los</strong> sentidos. Mientras que durante la vigilia piensa y representa el alma en<br />
imágenes verbales y por medio <strong>de</strong>l lenguaje, en el sueño piensa y representa en verda<strong>de</strong>ras<br />
imágenes sensoriales.<br />
A<strong>de</strong>más, hallamos en el sueño una conciencia <strong>de</strong>l espacio, pues, análogamente a<br />
como suce<strong>de</strong> en la vigilia, quedan las imágenes y sensaciones proyectadas en un espacio<br />
exterior. Habremos, pues, <strong>de</strong> confesar que el alma se halla en el sueño, y con respecto a sus<br />
imágenes y percepciones, en idéntica situación que durante la vida <strong>de</strong>spierta. Si a pesar <strong>de</strong><br />
todo incurre en error, ello obe<strong>de</strong>ce a que en el estado <strong>de</strong> reposo carece <strong>de</strong>l criterio que<br />
establece una diferenciación entre las percepciones sensoriales proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l exterior y<br />
las proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong>l interior. No pue<strong>de</strong> someter a sus imágenes a aquellas pruebas<br />
susceptibles <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrar su realidad objetiva y a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>sprecia la diferencia entre las<br />
imágenes intercambiables a voluntad y aquellas otras en las que no existe tal arbitrio. Yerra<br />
porque no pue<strong>de</strong> aplicar al contenido <strong>de</strong> su sueño la ley <strong>de</strong> la causalidad. En concreto, su<br />
apartamiento <strong>de</strong>l mundo exterior es también la causa <strong>de</strong> la fe que presta al mundo onírico<br />
subjetivo. Tras <strong>de</strong> <strong>de</strong>sarrol<strong>los</strong> psicológicos, en parte diferentes, llega Delboeuf a idénticas<br />
conclusiones. Damos a <strong>los</strong> <strong>sueños</strong> crédito <strong>de</strong> realidad porque en el estado <strong>de</strong> reposo<br />
carecemos <strong>de</strong> otras impresiones a las que comparar<strong>los</strong>, y nos hallamos <strong>de</strong>sligados <strong>de</strong>l<br />
mundo exterior. Mas si creemos en la verdad <strong>de</strong> nuestras alucinaciones, no es porque nos<br />
falte durante el reposo la posibilidad <strong>de</strong> contrastarlas. El sueño pue<strong>de</strong> mentirnos toda clase<br />
<strong>de</strong> pruebas, haciéndonos, por ejemplo, tocar la rosa que en él vemos; mas no por esto<br />
<strong>de</strong>jamos <strong>de</strong> estar soñando.<br />
Para Delboeuf no existe criterio alguno, fuera <strong>de</strong>l hecho mismo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spertar -y esto<br />
sólo como generalidad práctica-, que nos permita afirmar que algo es un sueño o una<br />
realidad <strong>de</strong>spierta. Al <strong>de</strong>spertar y comprobar que nos hallamos <strong>de</strong>snudos en nuestro lecho<br />
es, en efecto, cuando <strong>de</strong>claramos falso todo lo que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el instante en que conciliamos el<br />
reposo hemos visto. Mientras dormíamos hemos creído verda<strong>de</strong>ras las imágenes oníricas a<br />
consecuencia <strong>de</strong>l hábito intelectual, siempre vigilante, <strong>de</strong> suponer un mundo exterior, al que<br />
oponemos nuestro yo .<br />
Elevado así el apartamiento <strong>de</strong>l mundo exterior a la categoría <strong>de</strong> factor <strong>de</strong>terminante<br />
<strong>de</strong> <strong>los</strong> más singulares caracteres <strong>de</strong> la vida onírica, creemos conveniente consignar unas<br />
sutiles observaciones <strong>de</strong>l viejo Burdach, que arrojan cierta luz sobre la relación <strong>de</strong>l alma<br />
durmiente con el mundo exterior y son muy apropiadas para evitarnos conce<strong>de</strong>r a las<br />
anteriores <strong>de</strong>ducciones más valor <strong>de</strong>l que realmente poseen: «El estado <strong>de</strong> reposo -dice<br />
Burdach- tiene por condición el que el alma no sea excitada por estímu<strong>los</strong> sensoriales...;<br />
pero la ausencia <strong>de</strong> tales estímu<strong>los</strong> no es tan indispensable para la conciliación <strong>de</strong>l reposo<br />
como la falta <strong>de</strong> interés por <strong>los</strong> mismos . En efecto, a veces se hace necesaria la existencia<br />
<strong>de</strong> alguna impresión sensorial, en tanto en cuanto la misma sirve para tranquilizar el alma.<br />
Así, el molinero no duerme si no oye el ruido producido por el funcionamiento <strong>de</strong> su<br />
molino, y aquellas personas que como medida <strong>de</strong> precaución acostumbran dormir con luz<br />
no pue<strong>de</strong>n conciliar el reposo en una habitación oscura». «El alma se retira <strong>de</strong> la periferia y<br />
se aísla <strong>de</strong>l mundo exterior, aunque sin quedar falta <strong>de</strong> toda conexión con el mismo. Si no<br />
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