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La interpretación de los sueños

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LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS<br />

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El niño es absolutamente egoísta, siente con máxima intensidad sus necesida<strong>de</strong>s y<br />

tien<strong>de</strong> a satisfacerlas sin consi<strong>de</strong>ración a nadie y menos aún a <strong>los</strong> <strong>de</strong>más niños, sus<br />

competidores, entre <strong>los</strong> cuales se hallan en primera línea sus hermanos. Mas no por ello<br />

calificamos al niño <strong>de</strong> «criminal», sino simplemente <strong>de</strong> «malo», pues nos damos cuenta <strong>de</strong><br />

que es tan irresponsable ante nuestro propio juicio como lo sería ante <strong>los</strong> tribunales <strong>de</strong><br />

justicia. Al pensar así nos atenemos a un principio <strong>de</strong> completa equidad, pues <strong>de</strong>bemos<br />

esperar que en épocas que incluimos aún en la infancia <strong>de</strong>spertarán en el pequeño egoísta la<br />

moral y <strong>los</strong> sentimientos <strong>de</strong>l altruísmo, o sea, para <strong>de</strong>cirlo con palabras <strong>de</strong> Meynert, que un<br />

yo secundario vendrá a superponerse al primario, coartándolo.<br />

Claro es que la moralidad no surge simultáneamente en toda línea y que la duración<br />

<strong>de</strong>l período amoral infantil es individualmente distinta. <strong>La</strong>s investigaciones psicoanalíticas<br />

me han <strong>de</strong>mostrado que una aparición <strong>de</strong>masiado temprana (antes <strong>de</strong>l tercer año) <strong>de</strong> la<br />

formación <strong>de</strong> reacciones morales <strong>de</strong>be ser contada entre <strong>los</strong> factores constitutivos <strong>de</strong> la<br />

predisposición a una ulterior neurosis. Allí don<strong>de</strong> tropezamos con una ausencia <strong>de</strong> dicho<br />

<strong>de</strong>sarrollo moral solemos hablar <strong>de</strong> «<strong>de</strong>generación» y nos hallamos indudablemente ante<br />

una <strong>de</strong>tención o retraso <strong>de</strong>l proceso evolutivo. Pero también en aquel<strong>los</strong> casos en <strong>los</strong> que el<br />

carácter primario queda dominado por la evolución posterior pue<strong>de</strong> dicho carácter recobrar<br />

su libertad, al menos parcialmente, por medio <strong>de</strong> la histeria. <strong>La</strong> coinci<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l llamado<br />

«carácter histérico» con el <strong>de</strong> un niño «malo» es harto singular. En cambio, la neurosis<br />

obsesiva correspon<strong>de</strong> a la emergencia <strong>de</strong> una supermoralidad que a título <strong>de</strong> refuerzo y<br />

sobrecarga gravitaba sobre el carácter primario, el cual no renuncia jamás a imponerse. Así,<br />

pues, muchas personas que en la actualidad aman a sus hermanos y experimentarían un<br />

profundo dolor ante su muerte, llevan en su inconsciente <strong>de</strong>seos hostiles a el<strong>los</strong> proce<strong>de</strong>ntes<br />

<strong>de</strong> épocas anteriores, y estos <strong>de</strong>seos pue<strong>de</strong>n hallar en <strong>sueños</strong> su realización. Resulta<br />

especialmente interesante observar la conducta <strong>de</strong> <strong>los</strong> niños pequeños -<strong>de</strong> tres años o aún<br />

menores- con ocasión <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong> un hermanito. El primogénito, que ha<br />

monopolizado hasta este momento todo el cariño y <strong>los</strong> cuidados <strong>de</strong> sus familiares, pone<br />

mala cara al oír que la cigüeña ha traído otro niño, y luego, al serle mostrado el intruso, lo<br />

examina con aire disgustado y exclama <strong>de</strong>cididamente: «¡Yo quiero que la cigüeña vuelva a<br />

llevárselo!».<br />

A mi juicio, se da el niño perfecta cuenta <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> inconvenientes que la<br />

presencia <strong>de</strong>l hermanito le ha <strong>de</strong> traer consigo. De una señora a la que me unen lazos <strong>de</strong><br />

parentesco y que en la actualidad se lleva a maravilla con su hermana, cuatro años más<br />

joven que ella, sé que al recibir la noticia <strong>de</strong> la llegada <strong>de</strong> otra niña exclamó, previniéndose:<br />

«Pero ¿no tendré que darle mi gorrita encarnada?» Si por azar se cumple cualquiera <strong>de</strong><br />

estas prevenciones que en el ánimo <strong>de</strong> <strong>los</strong> niños <strong>de</strong>spierta el nacimiento <strong>de</strong> un hermanito,<br />

ella constituirá el punto <strong>de</strong> partida <strong>de</strong> una dura<strong>de</strong>ra hostilidad. Conozco el caso <strong>de</strong> una niña<br />

<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> tres años que intentó ahogar en su cuna a un hermanito recién nacido, <strong>de</strong> cuya<br />

existencia no esperaba, por lo visto, nada bueno. Queda así <strong>de</strong>mostrado por esta y otras<br />

muchas observaciones coinci<strong>de</strong>ntes, que <strong>los</strong> niños <strong>de</strong> esta edad pue<strong>de</strong>n experimentar ya, y<br />

muy intensamente, la pasión <strong>de</strong> <strong>los</strong> ce<strong>los</strong>. Y cuando el hermanito muere y recae <strong>de</strong> nuevo<br />

sobre el primogénito toda la ternura <strong>de</strong> sus familiares, ¿no es lógico que si la cigüeña<br />

vuelve a traer otro competidor surja en el niño el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> que sufra igual <strong>de</strong>stino para<br />

recobrar él la tranquila felicidad <strong>de</strong> que gozó antes <strong>de</strong>l nacimiento y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte<br />

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