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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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-Será conveniente que lo haga -respondió Grace, aunque esta región es muy pacífica<br />

y yo no he oído nunca hablar de intentos de robo en esta casa. Y eso que se sabe que aquí<br />

hay vajilla de plata por valor de varios cientos de libras y que, como el amo es soltero y está<br />

muy poco aquí, hay menos criados de los que corresponde a un edificio de esta<br />

importancia. De todos modos, me parece que la prudencia no sobra y que siempre es mejor<br />

tener echado el cerrojo de la puerta entre uno y cualquier peligro que pueda sobrevenir.<br />

Mucha gente confía en Dios, pero yo digo que debe uno ayudarse para que Dios le ayude.<br />

Así concluyó su párrafo, muy largo para lo que ella acostumbraba, y pronunciado<br />

con el gazmoño acento de una cuáquera.<br />

Quedé estupefacta ante lo que me parecía un increíble dominio de sí misma y una<br />

hipocresía refinada. La cocinera entró en aquel momento.<br />

-Grace -dijo-: ¿baja usted a comer?<br />

-No -repuso ella-; póngame mi jarro de cerveza y un trozo de pudding en una<br />

bandeja y me lo llevaré arriba.<br />

-¿No quiere carne?<br />

-Un poco. Y también un trozo de queso.<br />

La cocinera se dirigió a mí para decirme que Mrs. Fairfax me esperaba, y salió.<br />

Apenas presté atención al relato que me hizo del incendio, mientras comíamos, el<br />

ama de llaves. No pensaba sino en el enigma del carácter y la posición de Grace Poole en la<br />

casa, ya que era raro que no la hubieran entregado a las autoridades o, al menos, la hubiesen<br />

despedido. Mr. Rochester me había declarado casi abiertamente que ella era la culpable:<br />

¿Cómo, pues, no la acusaba? ¿Por qué me había recomendado el secreto? Era extraño que<br />

un propietario, hombre de mal carácter y bastante rencoroso, estuviese en cierto modo a<br />

merced de la más insignificante de sus sirvientas, hasta el punto de que pudiera atentar<br />

contra su vida sin que la castigase ni la culpase siquiera.<br />

Si Grace hubiese sido joven y hermosa, yo me habría inclinado a pensar que algún<br />

dulce sentimiento influía en Rochester más que la prudencia y el temor, pero con una mujer<br />

de su edad y aspecto no cabía tal idea.<br />

«Sin embargo -reflexioné-, por su edad ella debe ser contemporánea de su señor, y<br />

tal vez en su juventud... Mrs. Fairfax me ha dicho que lleva aquí muchos años. No creo que<br />

haya sido bonita nunca, pero podría compensar con su carácter y otras cualidades sus<br />

defectos físicos. Mr. Rochester ama lo excéntrico, y Grace lo es. ¿Quién sabe si algún<br />

antiguo capricho, muy posible en un carácter tan impetuoso y terco como el de Rochester,<br />

le tiene a merced de ella y hace que esa mujer influya en su vida?»<br />

Pero en este punto de mis conjeturas, la maciza figura de la Poole acudió a mi mente<br />

con tal viveza que no pude por menos de pensar:<br />

«Es imposible. Mi suposición no tiene base.»<br />

Mas esa secreta voz que a veces suena en el fondo de nuestras almas, me sugería:<br />

«Sin embargo, tú no eres hermosa tampoco y parece que no desagradas a Mr.<br />

Rochester. Ya otras veces lo has notado, y sobre todo anoche... ¡Recuerda sus palabras, su<br />

mirada, su voz!»<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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