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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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¡Extraño lugar era aquella humilde cocina para las dos exquisitas jóvenes que la<br />

ocupaban! Con toda certeza, no eran hijas de la mujer sentada a la mesa, porque tenían<br />

tanto de delicadas y distinguidas como ella de rústica. Jamás había visto rostros como los<br />

de aquellas mujeres. No cabe llamarlas hermosas, porque eran demasiado graves, pálidas y<br />

pensativas para aplicarles tal adjetivo. Cada una tenía en la mano un tomito y en una mesa<br />

entre las dos había otra vela y dos gruesos volúmenes, que de vez en cuando consultaban,<br />

comparándolo con el texto de sus libros respectivos, como se hace cuando se traduce. Todo<br />

transcurría en tan hondo silencio como si aquellos seres fueran sombras y el conjunto un<br />

cuadro, hasta el punto de que yo podía percibir el chisporroteo de la lumbre, el tictac del<br />

reloj y el choque de las agujas con que la mujer hacía calceta. Al fin una voz rompió el<br />

silencio:<br />

-Escucha, Diana -dijo una de las absortas lectoras-. Franz y el viejo Daniel se<br />

hallaban juntos esta noche y Franz está contando un sueño del que ha despertado<br />

aterrorizado. Oye...<br />

Y leyó, en voz baja, algo ininteligible para mí: ni francés ni latín. Si era griego,<br />

alemán u otro idioma, imposible saberlo.<br />

-Es muy enérgico -dijo al terminar-. Me gusta mucho.<br />

La otra muchacha, mirando al fuego, repitió una línea de las que le habían sido<br />

leídas. Más tarde supe de qué libro se trataba. Citaré, pues, lo que ella repitió, aunque<br />

entonces me fue del todo incomprensible:<br />

-Da trat hervor Einer, anzusehen wie di Sternen Nacht. ¡Muy bien! -exclamó,<br />

abriendo mucho sus oscuros y profundos ojos-. ¡Cuánto me gusta! Una sola línea de éstas<br />

vale por cien páginas de prosa rebuscada. Ich wäge die Gedanken in der Schale meines<br />

Zornes un die Werke mit dem Gewichte meines Grimms...<br />

Ambas callaron de nuevo.<br />

-¿Existe algún país donde hablen de ese modo? -les preguntó la anciana.<br />

-Sí, Hannah: un país mayor que Inglaterra.<br />

-¡No sé cómo pueden entenderse! Si viniera aquí uno de los que hablan así, ¿le<br />

entenderían ustedes? -Algo de lo que dijera, sí, pero todo no, porque no somos lo<br />

inteligentes que usted cree, Hannah. No hablamos alemán ni somos capaces de leerlo sin<br />

ayuda del diccionario.<br />

-¿Y para qué sirve estudiar eso?<br />

-Nos proponemos aprenderlo mejor y entonces podremos ganar más dinero del que<br />

ganamos ahora. -Eso está bien. Pero déjense ya de estudiar. Basta por hoy.<br />

-Sí. Yo estoy fatigada. ¿Y tú, Mary?<br />

-Mucho. Es muy trabajoso aprender sin profesor, sólo con el diccionario.<br />

-Y sobre todo un lenguaje como este admirable alemán... Oye, ¿cómo no habrá<br />

vuelto John todavía? -No tardará. Son las diez en punto-dijo la interpelada, mirando su<br />

relojito de oro-. Y está lloviendo. Hannah, ¿quiere tener la bondad de mirar cómo está el<br />

fuego del salón?<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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