Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
desesperación. Sálvale, pues, ámale y dile que le amas. ¿Quién se preocupa de ti en el<br />
mundo? ¿Quién te pedirá cuenta de tus acciones?»<br />
La réplica fue inmediata: «Yo me preocupo de mí. Cuanto más sola, con menos<br />
amigos y más abandonada me encuentre, más debo cuidar de mi decoro. Respetaré la ley<br />
dada por Dios y sancionada por los hombres. Seguiré los principios que me fueron<br />
inculcados cuando estaba en mi plena razón y no loca, como ahora me siento. Las leyes y<br />
los principios no son para observarlos cuando no se presenta la ocasión de romperlos, sino<br />
para acordarse de ellos en los momentos de prueba, cuando el cuerpo y el alma se sublevan<br />
contra sus rigores. La ley y los principios tienen un valor, como siempre he creído, excepto<br />
ahora, que estoy perturbada (lo estoy puesto que por mis venas corre fuego y mi corazón<br />
late de un modo tal, que no puedo contener sus latidos). No debo moverme en otro terreno,<br />
sino en el seguro de los conceptos admitidos como buenos, en el de las determinaciones<br />
previstas para casos como éste. Desenvolvámonos, pues, en él.»<br />
Y lo hice. Rochester lo leyó en mi rostro y su furia desbordó. Asió mi brazo, me<br />
cogió por la cintura y me contempló con centelleantes ojos. Desde el punto de vista físico,<br />
me sentía impotente, pero me quedaba el alma y ésta tiene, muchas veces, sin darse cuenta,<br />
un intérprete en la mirada. Le miré, pues, a la enfurecida faz e involuntariamente suspiré.<br />
-Nunca he visto -rugió él, rechinando los dientesnada a la vez tan frágil y tan<br />
indómito. En mis manos es como una caña que puedo romper con los dedos. Pero ¿qué<br />
gano con quebrarla, con aniquilarla? Ahí está su mirada, su mirada resuelta, libre, feroz,<br />
triunfante. Con su envoltura carnal puedo hacer lo que quiera, pero lo que habita en ella<br />
escapará siempre a mi voluntad. Y es su alma, su alma enérgica y pura, lo que yo deseo de<br />
ella, no sólo su cuerpo. Y esa alma puede venir a mí, apretarse contra mi pecho, emanar de<br />
ella como un aroma... ¡Ven, <strong>Jane</strong>, ven!<br />
Y hablando así, me soltó y se limitó a mirarme. Yo había triunfado de su furor; bien<br />
podía, pues, triunfar de su tristeza. Me dirigí a la puerta.<br />
-¿Te vas, <strong>Jane</strong>? -Me voy.<br />
-¿Me abandonas? -Sí.<br />
-¿No volverás más a consolarme? Mi amor, mi dolor, mi frenético ruego, ¿no son<br />
nada para ti?<br />
Qué infinito sentimiento había en su voz! ¡Y qué amargo era tener que repetirle<br />
firmemente!:<br />
-Me voy. -¡<strong>Jane</strong>! -Mr. Rochester.<br />
-Vete, vete si quieres, pero recuerda la angustia en que me dejas. Vete a tu<br />
cuarto, medita en cuanto te he dicho, piensa en lo que sufro, piensa en mí, <strong>Jane</strong>.<br />
Y se dejó caer sobre un sofá, con el rostro entre las manos.<br />
-¡Oh, <strong>Jane</strong>, mi esperanza, mi amor, mi vida! -gimió desoladamente, dejando<br />
escapar un profundo sollozo. Yo estaba casi en la puerta, pero me volví tan decidida<br />
como antes me había alejado. Me arrodillé junto a él, volví su rostro hacia mí, le besé<br />
en la mejilla y acaricié su cabello.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
202