Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
-Cierto. La verdad es que no se me había ocurrido que Mr. Rochester pudiese<br />
imaginar semejante idea...<br />
Pero no come usted nada, apenas ha tomado más que el té.<br />
-Tengo sed y poco apetito. ¿Quiere servirme otra taza?<br />
Volví a insistir en la posibilidad de una unión entre Blanche y Mr. Rochester, pero<br />
la aparición de Adèle desvió la conversación hacia otros temas.<br />
Cuando me hallé de nuevo sola, pensé en los informes que se me dieran, sondeé mi<br />
corazón, examiné mis pensamientos y mis sentimientos y me esforcé en restablecer las<br />
cosas en el estado que aconsejaba el sentido común.<br />
Repasé mentalmente las esperanzas y deseos a que me entregara desde la noche<br />
anterior -y que en realidad había comenzado a experimentar hacía quince días- y, apelando<br />
a la razón para reducir el ideal a la realidad, llegué a la conclusión siguiente:<br />
Que jamás había existido una loca mayor que <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong>, y que nunca idiota alguno<br />
se entregara a más dulces y fantásticos sueños bebiendo el veneno de la quimera como si<br />
fuese néctar.<br />
«¿ Tú, predilecta de Rochester? -pensé-. ¿Tú, dotada de la facultad de complacerle?<br />
¿Tú, teniendo alguna importancia a sus ojos? ¿Es posible que te hayas dejado llevar por<br />
unas pocas muestras de preferencia, propias de un caballero y de un hombre de mundo,<br />
hacia ti, que eres una inexperta y además dependes de él? ¿Cómo has pensado en eso, pobre<br />
tonta? ¿No te avergüenzas pensando en la escena de esta última noche? Una mujer no debe<br />
dejarse galantear por su jefe, que no puede soñar en casarse con ella, y es una locura, por<br />
otra parte, que las mujeres experimenten un amor para conservarlo oculto, porque ello<br />
agotaría su vida.<br />
»Escucha, pues, <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong>, tu sentencia: colócate mañana ante un espejo y, tan<br />
fielmente como puedas, haz tu autorretrato, sin paliar un defecto, sin suavizar ninguna<br />
fealdad, y escribe al pie: "Retrato de una institutriz pobre, vulgar y huérfana."<br />
»Después, toma la lámina de marfil pulido que tienes entre tus útiles de dibujo,<br />
mezcla tus más puros y delicados colores, elige tus más finos lápices y traza<br />
cuidadosamente el rostro más encantador que puedas imaginar, acordándote de la<br />
descripción que te han hecho de Blanche Ingram. Acuérdate de los lustrosos rizos, de los<br />
orientales ojos, toma como modelo los de Mr. Rochester... Pero no; ¡alto! Nada de<br />
sentimentalismos. Sólo hace falta buen juicio y decisión. Dibuja las líneas armoniosas y<br />
gráciles que te imaginas, el cuello de corte griego, el busto, el brazo redondo y fino, la<br />
delicada mano, sin omitir el anillo con un diamante ni la pulsera de oro. Añádele los<br />
adornos adecuados y escribe al pie: "Blanche. Retrato de una señorita aristócrata."<br />
»Y en adelante, si te figuras que Mr. Rochester te mira con buenos ojos, coge los<br />
dos retratos y compáralos diciendo: "Si Mr. Rochester quiere, puede conseguir el amor de<br />
esta aristócrata. ¿Cómo, pues, ha de fijarse en otra insignificante plebeya?"<br />
»"Así lo haré", resolví. Y, una vez adoptada tal determinación, me sentí<br />
tranquilizada y pude dormirme.» Cumplí mi palabra. Un par de horas me bastó para<br />
concluir mi autorretrato a lápiz, y en menos de quince días terminé la miniatura de marfil<br />
de una imaginaria Blanche Ingram. Cuando comparé aquella encantadora cabeza con mi<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
103