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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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-No. ¿Qué van ellas a remediarle? ¡Y le aconsejo que no vagabundee por acá!<br />

-¿Y qué voy a hacer si me hecha usted? ¿Qué haré? -¡Ya sabe usted muy bien<br />

adónde ir y qué hacer! ¡Ea, tome un penique y váyase!<br />

-¿Para qué quiero un penique? ¡Si no tengo ni fuerzas para moverme! ¡No cierre, no<br />

cierre, por amor de Dios!<br />

-Tengo que cerrar. Está entrando la lluvia. -Hable a las señoritas, presénteme a ellas.<br />

-No quiero. No es usted una mujer como debe. No alborote. Váyase.<br />

-¡Me moriré si me quedo esta noche al aire libre! -No. Seguramente la mandan a<br />

usted algunos salteadores, para averiguar el modo de robar la casa. Pero ya puede decirles<br />

que aquí hay un hombre, perros y escopetas.<br />

Y la honrada, pero inflexible sirvienta, cerró la puerta.<br />

Un sufrimiento inmenso, una desesperación infinita colmaron mi corazón. No pude<br />

dar un solo paso. Me senté en el peldaño de la puerta, con los pies sobre el suelo mojado,<br />

junté las manos y lloré con angustia. ¡Oh, el espectro de la muerte, la visión de la última<br />

hora que se aproxima con todos sus horrores! Más, al fin, pude recuperar mi presencia de<br />

ánimo.<br />

-Después de todo, bien puedo morir -dije-. Creo en Dios y aguardaré resignada que<br />

se cumpla su voluntad.<br />

No sólo había pensado aquellas palabras, sino que mis labios las habían<br />

pronunciado en alta voz.<br />

-Todos hemos de morir -murmuró una voz muy próxima a mí-, pero no todos están<br />

condenados a perecer prematuramente de necesidad, como podría haberle sucedido a usted<br />

al pie de esta puerta.<br />

-¿Quién o qué es lo que me habla así? -exclamé, aterrorizada. No contaba ya con<br />

la posibilidad alguna de ayuda de nadie.<br />

Junto a mí había una figura que mis sentidos debilitados y la oscuridad de la noche<br />

no me permitían distinguir bien. El recién llegado llamó fuertemente a la puerta.<br />

-¿Es usted, señorito John? -preguntó Hannah. -Sí. Abra pronto.<br />

-¡Debe usted llegar calado y muerto de frío! ¡Hay que ver la noche que hace!<br />

Entre; sus hermanas están preocupadas por usted y deben rondar malas gentes por los<br />

contornos. Ha estado una mendiga que... ¡Ah, si no se ha ido aún! ¡Lárguese!<br />

-¡Chist, Hannah! Tengo que hablarla. Usted ha cumplido su deber echándola y yo<br />

cumplo con el mío admitiéndola. Yo estaba cerca de ustedes y las he oído hablar. Me<br />

parece que éste es un caso especial. Joven: levántese y entre.<br />

Le obedecí, no sin dificultad. Me hallé en la agradable cocina, junto al fuego, bien<br />

consciente del maltratado y lamentable aspecto que debía presentar. Las dos jóvenes, su<br />

hermano y la criada me contemplaban con atención.<br />

-¿Quién es, John? -oí preguntar a una de las hermanas.<br />

-No sé. La he hallado a la puerta. -Está muy pálida-dijo Hannah.<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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