12.05.2013 Views

Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Con mi caja de lápices y unas hojas de papel, me sentaba aparte de ellas, junto a la<br />

ventana, y me divertía en hacer los dibujos que se me ocurrían, las escenas que desfilaban<br />

por el quimérico calidoscopio de mi imaginación. Un trozo de mar entre las rocas, la luna<br />

elevándose sobre el mar y un navío cruzando ante su disco, la cabeza de una náyade<br />

coronada de flores de loto surgiendo entre olas, un enano sentado en un nido...<br />

Una mañana comencé a dibujar un rostro, sin preocuparme de lo que pudiera<br />

resultar. Tomé un lápiz blando, de punta ancha, y comencé a trabajar. A poco, había trazado<br />

una frente amplia y saliente, y el contorno de una cara cuadrada. El principio me agradó y<br />

comencé a completar las facciones. Bajo aquella frente se imponían unas cejas horizontales<br />

reciamente marcadas, a las que habían de seguir, naturalmente, una nariz enérgica, de<br />

amplias ventanas, una boca flexible y una firme barbilla con un bien definido hoyo en el<br />

centro. El conjunto necesitaba, evidentemente, patillas negras y cabello negro, formando<br />

dos tufos en las sienes y ondeado por arriba. Los ojos habían quedado para lo último, por<br />

requerir un trabajo más esmerado. Los hice grandes, muy sombreados, con largas pestañas<br />

y pupila ancha y brillante. Mirándolo, pensé: «Está bien, pero no produce un efecto<br />

completo. Necesita más fuerza, más alma.» Un par de toques, que dieron a las sombras más<br />

oscuridad y a las luces más brillo, completaron felizmente el trabajo. Tenía el rostro de un<br />

amigo ante mis ojos. Por tanto, ¿qué importaba que aquellas dos jóvenes me volviesen la<br />

espalda? Me sentí absorta y contenta y sonreí contemplando el dibujo.<br />

-¿Es el retrato de algún conocido suyo? -preguntó Eliza que se había acercado a mí<br />

sin que yo me diera cuenta.<br />

Respondí que era un dibujo caprichoso y lo coloqué entre los demás que tenía. Yo<br />

sabía, desde luego, que era una representación muy exacta de Mr. Rochester, mas ¿qué le<br />

interesaba eso a nadie, sino a mí misma?<br />

Georgiana se acercó también para mirar. Los demás dibujos le gustaron mucho, pero<br />

aquél, según ella, era «un hombre muy feo». Las dos parecieron sorprendidas de mi<br />

habilidad. Entonces les ofrecí hacer sus retratos. Ambas se sentaron, ante mí, una después<br />

de otra, y obtuve de cada una un apunte de lápiz. Georgiana entonces sacó su álbum y le<br />

ofrecí contribuir a enriquecerlo con un dibujo a la aguada. Esto acabó por ponerla de buen<br />

humor. Propuso dar un paseo por los alrededores y antes de dos horas estábamos entregadas<br />

a una conversación confidencial. Me describió la brillante temporada que había pasado en<br />

Londres dos años antes, la admiración que le produjera, las atenciones de que la hicieron<br />

objeto y aun la conquista que había realizado de un joven aristócrata. En el curso de la tarde<br />

y de la noche, las confidencias se profundizaron, me fueron relatados varios dulces<br />

coloquios y algunas escenas sentimentales. En resumen, Georgiana improvisó en obsequio<br />

mío una verdadera novela sentimental. Sus expansiones aumentaron de día en día, versando<br />

todas sobre el mismo tema: su amor y sus pesares. Era curioso que, en aquel sombrío<br />

momento de la vida de su familia, con su hermano muerto y su madre enferma, no pensara<br />

nunca en ello, limitándose a recrearse en el recuerdo de las pasadas alegrías y en imaginar<br />

las venturas que podría reservarle el porvenir. Pasaba diariamente cinco minutos en el<br />

cuarto de su madre, y no aparecía más por allí.<br />

Eliza hablaba poco, sin duda por falta de tiempo. Jamás he visto persona más<br />

atareada de lo que ella parecía estar. Lo difícil era descubrir los resultados prácticos de su<br />

actividad. No sé lo que hacía antes de desayunar, pero desde ese momento, todas sus horas<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

151

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!