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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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cometido un gravísimo error, no importa de qué clase o por qué motivos, pero cuyas<br />

consecuencias la persiguen a lo largo de toda su vida y amargan toda su existencia.<br />

Note que no hablo de un crimen, esto es, de verter sangre u otra cosa análoga que<br />

pongan al que lo comete bajo la acción de la ley. No; me refiero a un error. Los<br />

resultados de lo que usted ha hecho acaban convirtiéndose en insoportables y usted<br />

adopta medidas para aliviarlos, medidas inusitadas, pero no ilegales. Usted sigue<br />

sintiéndose desgraciada; la esperanza la abandona, el sol y la luna de su vida se<br />

eclipsan. Amargos y humillantes recuerdos son el único alimento de su memoria, y<br />

usted vagabundea de un sitio a otro buscando olvido en el destierro y felicidad en el<br />

placer, significando con esto el mero placer sensual. Con el corazón cansado y el alma<br />

marchita, vuelve usted a su casa tras años de voluntario destierro y halla usted a alguien<br />

-quién y cómo no hace al caso- en quien halla las cualidades que en vano ha buscado<br />

usted durante veinte años; cualidades en plena lozanía, no acompasadas por corrupción<br />

de clase alguna. Su trato le hace revivir, le regenera, experimenta mejores sentimientos<br />

y deseos más puros. Desea usted volver a empezar su vida y terminarla de un modo más<br />

digno de un ser humano. Para alcanzar este fin, ¿encontraría usted justificado saltar<br />

sobre un obstáculo, un impedimento meramente convencional, que ni la conciencia<br />

santifica ni la razón aprueba?<br />

Calló, esperando mi contestación. ¿Qué podía yo decir? En vano deseé que algún<br />

genio amigo me sugiriese una respuesta satisfactoria y sensata. El viento Oeste agitaba<br />

la hiedra, pero ningún amable Ariel le hacía servir de vehículo de sus consejos.<br />

nada.<br />

Los pájaros cantaban en las ramas, pero su canto, aunque dulce, no me decía<br />

Mr. Rochester insistió:<br />

-Si el vagabundo pecador, ahora quieto y arrepentido, desafiando la opinión del<br />

mundo, uniese a su vida la de la amable, bondadosa y gentil mujer a quien ama,<br />

¿aseguraría la paz de su alma y la regeneración de su vida?<br />

-Señor -repuse-: creo que el reposo de un vagabundo y la reforma de un pecador<br />

no dependen de otro ser humano. El hombre puede corregirse por sí mismo, si reconoce<br />

que yerra.<br />

-Pero se necesita un instrumento. Dios, que impone el trabajo, da la herramienta.<br />

Yo, se lo digo sin ambages, he sido un hombre disoluto, un vagabundo, un... Creo haber<br />

hallado ahora el instrumento para mi salvación y...<br />

Se detuvo. Los pájaros cantaban y las hojas de los árboles se balanceaban<br />

impulsadas por el viento. Me sorprendió que unos y otras no suspendieran sus cantos y<br />

sus movimientos para escuchar la interrumpida revelación. Pero hubieran tenido que<br />

esperar mucho, tanto como aquel silencio se prolongó... Cuando, al fin, osé mirar a mi<br />

interlocutor, él a su vez estaba mirándome a mí.<br />

-Amiguita mía -dijo, con tono totalmente distinto, ya sin dulzura ni gravedad<br />

algunas, sino con sarcasmo y dureza-: ¿ha notado usted la tierna inclinación que<br />

experimento hacia Blanche Ingram? ¿Cree que si me caso con ella me regenerará?<br />

Se levantó de pronto, se alejó hasta el extremo del sendero y volvió tarareando<br />

un cantar.<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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