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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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verde lleno de árboles que se llama el parque. Allí había muchos niños y un estanque con<br />

pájaros y yo les echaba migas.<br />

-¿La entiende usted cuando habla tan deprisa? - me preguntó la anciana.<br />

Yo la comprendía muy bien, porque estaba acostumbrada a la no menos veloz<br />

manera de hablar de Madame Pierrot.<br />

-Pregúntele algo sobre sus padres -continuó Mrs. Fairfax.<br />

-Adèle -interrogué-: ¿con quién vivías cuando estabas en esa ciudad bonita de que<br />

me has hablado? -Vivía con mamá, pero mamá se fue al cielo. Mamá me enseñaba a cantar<br />

y a bailar y a decir versos. Iban a casa muchos señores y muchas señoras a ver a mamá, y<br />

yo bailaba delante de todos, o me sentaba en las rodillas de alguno y cantaba. Me gustaba<br />

mucho. ¿Quiere usted oírme cantar?<br />

El desayuno había concluido y yo le permití que me diera una muestra de sus<br />

habilidades. La pequeña dejó su silla, se colocó sobre mis rodillas, echó hacia atrás sus<br />

cabellos rizados y, levantando los ojos al techo y juntando sus manos ante sí con<br />

coquetería, comenzó a cantar un aria de ópera, que versaba sobre las vicisitudes de una<br />

mujer abandonada por su adorador y que, apelando a su amor propio, se presentaba una<br />

noche, ataviada con sus mejores galas, en un baile al que asistía también el perjuro, para<br />

demostrarle, con la alegría de su aspecto, lo poco que el abandono le afectaba.<br />

El tema me pareció muy poco apropiado para un cantar infantil. Por mucho que<br />

reconociese que la gracia consistía precisamente en que fueran labios infantiles los que<br />

profirieran tales amargas quejas de amor, no por ello dejaba de parecerme una cosa de muy<br />

mal gusto.<br />

Adèle cantó con bastante buena entonación y con toda la inocencia propia de su<br />

edad. Acabado el cantar, saltó de mis rodillas y dijo:<br />

-Ahora voy a recitar versos.<br />

Y, adoptando una actitud adecuada, comenzó: -La ligue des rats, fábula de la<br />

Fontaine...<br />

Y declamó la fábula con un énfasis, un cuidado y una voz y unos ademanes tales,<br />

que demostraban a las claras lo mucho que le habían hecho ensayar aquella recitación.<br />

-¿Te enseñó tu mamá esos versos? -pregunté. -Sí. Me acostumbró a poner la mano<br />

así al decir: «Qu'avez vous donc?, lui dit un de ces rats, parlen!» ¿Quiere ver cómo bailo?<br />

-No; ahora, no. Después de que tu mamá se fuera al cielo, como tú dices, ¿con quién<br />

fuiste a vivir?<br />

-Con Madame Frédéric y su marido. Se encargaron de mí, pero no eran parientes<br />

míos. Me parece que deben de ser pobres, porque su casa no es tan bonita como la de<br />

mamá. Pero estuve poco tiempo con ellos. Mr. Rochester me preguntó si me gustaría ir a<br />

vivir con él a Inglaterra y dije que sí, porque yo conocía a Mr. Rochester antes que a<br />

Madame Frédéric, y me regalaba vestidos y juguetes, y era muy bueno conmigo. Pero no ha<br />

cumplido lo que me decía, porque me ha traído aquí y se ha ido, y a lo mejor no volveré a<br />

verle jamás.<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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