Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
-Conviene que nos vayamos cuanto antes, Dick -dijo Rochester-, tanto por ti como<br />
por esa pobre... Hasta ahora he logrado evitar el escándalo y no deseo echarlo a perder.<br />
Carter: ayúdeme a ponerle el chaleco. ¿Dónde te has dejado el abrigo de piel? No podrás<br />
andar ni una milla, dado el frío de este condenado clima, si no lo llevas. ¿En tu alcoba?<br />
<strong>Jane</strong>: vaya al cuarto de Mr. Mason, que es el inmediato al mío, y traiga un abrigo que<br />
encontrará en él.<br />
De nuevo corrí, y de nuevo regresé, llevando un enorme abrigo guarnecido de piel.<br />
-Aún tengo algo más que ordenarle, <strong>Jane</strong> -dijo él-. ¡Es magnífico que lleve usted<br />
esas zapatillas de terciopelo! No hubiéramos podido encontrar emisario más a propósito<br />
en esta ocasión. Abra el cajón de mi tocador y coja un frasquito y un vaso que verá.<br />
Fui y volví trayendo lo solicitado.<br />
-Muy bien. Ahora, doctor, voy a tomarme la libertad de administrar al paciente<br />
una dosis de este preparado, bajo mi responsabilidad. Es un cordial que adquirí en Roma<br />
a un charlatán italiano, un tipo a quien usted hubiese dado de puntapiés con gusto... No es<br />
cosa que pueda usarse a grandes dosis, pero es bueno en ciertas ocasiones, como ahora.<br />
Un poco de agua, <strong>Jane</strong>.<br />
Llené el vaso hasta la mitad con agua de la botella del lavabo. Rochester vertió en<br />
el vaso una docena de gotas de un líquido rojo y lo ofreció a Mason.<br />
-Bebe, Richard. Esto te dará el ánimo que te falta, al menos por una hora.<br />
-¿No me perjudicará? -¡Bebe, hombre, bebe!<br />
Mason bebió, considerando, sin duda, que era inútil toda resistencia. Ya estaba<br />
vestido, y no quedaba rastro de su desaliño ni de su ensangrentado aspecto de poco antes,<br />
aunque estaba muy pálido aún. Rochester le permitió permanecer sentado tres minutos<br />
más y después tomó su brazo.<br />
-Ahora estoy seguro de que puedes sostenerte en pie -dijo.<br />
El paciente se levantó.<br />
-Cójalo por el otro brazo, Carter. Ea, Richard, vamos. ¡Eso es!<br />
-Me siento mejor -observó Mason.<br />
-¡Ya lo sabía yo! Ahora, <strong>Jane</strong>, haga el favor de adelantarse, salga por la puerta<br />
trasera y diga al cochero de la silla de posta que verá usted en el patio -o mejor dicho<br />
fuera, porque le he indicado que no entre- que esté preparado. Nosotros vamos andando.<br />
Si ve usted a alguien cuando baje, vuélvase al pie de la escalera, y tosa.<br />
Eran las cinco y media y el sol iba a salir. La cocina estaba aún oscura y<br />
silenciosa. Abrí la puerta trasera de la casa con el menor ruido posible. El patio estaba<br />
silencioso. Las verjas se hallaban abiertas y junto a ellas había una silla de posta, con el<br />
cochero encaramado en el pescante. Me acerqué, le dije que los señores iban a bajar ya,<br />
asintió y yo miré en torno mío y escuché. Aún dormía todo en la naciente mañana. Las<br />
ventanas de los cuartos de la servidumbre estaban cerradas todavía. Algunos pajarillos<br />
gorjeaban en los árboles del huerto, cuyas ramas asomaban sobre uno de los muros del<br />
patio. De vez en cuando se sentían ruidos de caballos en las cuadras. Por lo demás,<br />
reinaba un silencio absoluto.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
138