Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
El enigma quedaba explicado. La afable ancianita no era una gran señora, sino una<br />
subalterna, como yo. No por ello me sentí menos atraída hacia la anciana; al contrario. La<br />
igualdad entre las dos era real y no dependía de mera condescendencia de su parte y, por<br />
tanto, yo me sentía más a gusto, menos sujeta.<br />
Mientras pensaba en esto, una niña, seguida de su niñera, apareció corriendo en la<br />
explanada. Al principio no pareció reparar en mí. No debía de tener más de siete u ocho<br />
años. Era de frágil contextura y su rostro estaba muy pálido. Sus cabellos abundantísimos y<br />
rizados, descendían casi hasta su cintura.<br />
-Buenos días, Miss Adèle -dijo Mrs. Fairfax-. Venga a ver a la señora que se va a<br />
encargar de su educación para que pueda usted llegar a ser una mujer de provecho.<br />
Ella se acercó.<br />
-C'est la gouvernante? -preguntó a su niñera, refiriéndose a mí.<br />
La niñera repuso: -Mais oui, certainement.<br />
-¿Son extranjeras? -pregunté extrañada de oírlas hablar en francés.<br />
-La niñera sí, y Adèle ha nacido en el continente y creo que ha vivido siempre en él<br />
hasta hace seis meses.<br />
Al principio no entendía nada de inglés, pero ahora hablaba ya un poco. Yo no la<br />
comprendo, porque revuelve los dos idiomas, mas confío en que llegará a hablar nuestra<br />
lengua bien.<br />
Afortunadamente, yo había practicado mucho el francés con Madame Pierrot, con<br />
quien todas las veces que me era posible conversaba en su idioma. Durante aquellos siete<br />
años, procuré aprender cuanto pude y me esforcé en imitar el acento y la pronunciación de<br />
mi profesora. Así, pues, había adquirido bastante soltura en la lengua francesa y me resultó<br />
fácil entenderme con Adèle.<br />
Cuando se cercioró de que yo era su profesora, se acercó y me tendió la mano. La<br />
llevé a desayunar y le dirigí algunas frases en su propio idioma. Al principio me contestaba<br />
irónicamente, pero después de llevar algún tiempo a la mesa y examinarme durante diez<br />
minutos a su gusto con sus grandes ojos castaños, comenzó de pronto a hablar con gran<br />
rapidez.<br />
-Usted habla en francés tan bien como Mr. Rochester -dijo en su lengua-. Podré<br />
hablarla como a él y a Sophie. ¡Qué contenta se pondrá Sophie! Aquí nadie la comprende:<br />
Mrs. Fairfax no entiende más que inglés. Sophie es mi niñera: vino conmigo por el mar en<br />
un barco muy grande que echaba mucho humo, mucho, y yo me puse mala, y Sophie y Mr.<br />
Rochester. Mr. Rochester se tumbó en un sofá en un sitio que se llamaba el salón, y Sophie<br />
y yo en dos camas pequeñas en otro lugar. Yo creía que iba a caerme de la mía: estaba en<br />
una pared, como un estante. Y luego, señorita... ¿Cómo se llama usted? -<strong>Eyre</strong>, <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong>.<br />
-¿Cómo? No sé decirlo. Bueno; pues el barco se paró por la mañana en una ciudad<br />
muy grande con muchas casas negras y mucho humo, más fea que la ciudad de que<br />
veníamos, y Mr. Rochester me cogió en brazos y me llevó a tierra por un tablón, y Sophie<br />
detrás. Y luego fuimos en un coche a una casa mayor y más bonita que ésta. Se llama un<br />
hotel. Estuvimos allí una semana y Sophie y yo íbamos a pasear todos los días a un sitio<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
66