Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
-Su mujer existe, como usted mismo ha reconocido, y si yo viviese con usted en la<br />
forma que se indica, no sería más que su amante.<br />
-<strong>Jane</strong>: no soy un hombre de buen carácter; no soy capaz de soportar mucho; no soy<br />
desapasionado y frío. Toca mi pulso.<br />
Me presentó la muñeca. La sangre había huido de sus mejillas y sus labios, lívidos a<br />
la sazón,.y parecía afluir en tumulto a sus manos. Hacerle sufrir con una negativa<br />
implacable era cruel, tratar de tranquilizarle era imposible, y complacerle, más aún. Hice,<br />
pues, lo que todos los seres humanos en tales extremos. Las palabras «¡Dios me ayude!»<br />
brotaron, casi voluntariamente, de mis labios.<br />
-¡Qué necio soy! -exclamó Rochester súbitamente-. No te he explicado aún las<br />
circunstancias en que me uní a esa infernal mujer ni su carácter. Cuando lo sepas todo,<br />
<strong>Jane</strong>, estoy seguro de que concordarás conmigo. Pon tu mano en la mía para sentirme<br />
seguro de tu proximidad y en pocas palabras te lo explicaré todo. ¿Me escucharás?<br />
-Le escucharé cuanto quiera, aunque sea varias horas. -Bastan unos minutos. ¿Has<br />
oído decir, <strong>Jane</strong>, que yo no era el primogénito de mi familia, sino que tenía un hermano<br />
mayor?<br />
-Mrs. Fairfax me lo dijo una vez.<br />
-¿Y sabes también que mi padre era un hombre avaro, sórdido?<br />
-Algo de eso he oído.<br />
-Bien: entonces no te extrañará saber que no quería distribuir sus propiedades<br />
dándome una parte a mí. Como, por otro lado, tampoco querría que un hijo suyo fuese un<br />
pordiosero, arregló para mí un matrimonio con una mujer rica. Tenía en las Antillas un<br />
antiguo amigo: Mason, un plantador de Jamaica. Mi padre sabía que sus posesiones eran<br />
muy importantes. Mason tenía un hijo y una hija y dotaba a ésta con treinta mil libras. A mi<br />
padre le pareció bastante. Cuando salí del colegio me enviaron a Jamaica. Mi padre no me<br />
había hablado de la fortuna de mi futura mujer, pero me había dicho que era la beldad más<br />
cortejada de la isla, y en eso no mentía. A mí me pareció una bella mujer, alta, morena,<br />
majestuosa, por el estilo de Blanche Ingram. Su familia deseaba asegurarme, porque yo<br />
pertenecía a una casta ilustre, y lo consiguieron. Me invitaban, me hacían ver a Bertha<br />
Mason en reuniones en las que descollaba por sus espléndidos atavíos. Raras veces<br />
hablábamos a solas. Bertha me lisonjeaba todo lo que podía. Cuantos hombres giraban en<br />
torno suyo la admiraban a ella y me envidiaban a mí. Excitado por su atractivo, inexperto<br />
como era entonces, pensé estar enamorado de ella. Las estúpidas rivalidades juveniles, la<br />
ceguera de la poca edad, son lo que más influye en estos casos. Su familia me alentaba, los<br />
competidores que tenía aguijoneaban mi amor propio, y, en resumen, me casé con ella sin<br />
conocerla casi. ¡Cuánto me desprecio a mí mismo al pensarlo! Yo no la amaba, ignoraba si<br />
era virtuosa o no, no había apreciado en su carácter ni bondad, ni modestia, ni candor, ni<br />
delicadeza... ¡y, sin embargo, me casé! ¡Oh, qué estúpido fui!<br />
»No había visto nunca a la madre de mi novia, y la creía muerta. Cuando transcurrió<br />
la luna de miel, comprendí mi error: mi suegra estaba loca, en un manicomio. Mi mujer<br />
tenía un hermano menor completamente idiota. El mayor es el que conoces, y a quien no<br />
puedo odiar, aunque abomine de toda su casta, porque en su débil cerebro hay algunos<br />
elementos afectuosos, que prueba con su cariño a su hermana y con la adhesión, casi de<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
195