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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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-Hannah -dijo John, al fin-. Déjela ahí sentada y no le pregunte nada por ahora.<br />

De aquí a diez minutos dele el resto del pan y la leche. Nosotros vamos al salón para<br />

hablar de esto.<br />

Se fueron. Una de las jóvenes volvió al poco rato. No sé cuál de las dos. Una<br />

especie de agradable entumecimiento me poseía mientras me hallaba sentada junto al<br />

magnífico fuego. La muchacha, en voz baja, dio instrucciones a Hannah. Ésta me ayudó<br />

a subir una escalera, me despojé de mis ropas empapadas y un lecho seco y cálido me<br />

acogió. Di gracias a Dios, y me dormí con la impresión de que un rayo de luz disipaba<br />

las tinieblas de mi desventura.<br />

XXIX<br />

El recuerdo de lo que sucedió durante los tres días y tres noches siguientes<br />

permanece muy oscuro en mi memoria. Apenas me acuerdo de nada, porque nada hacía,<br />

ni en casi nada pensaba. Sé que estaba en un cuarto pequeño y en una cama estrecha.<br />

Permanecía en ella inmóvil como una piedra, sin poderme volver siquiera y sin apenas<br />

reparar en el transcurso del tiempo. Notaba que entraban y salían personas en la alcoba,<br />

podía decir quiénes eran y oía lo que me hablaban, pero no podía contestarles, porque<br />

me era imposible abrir los labios ni mover los miembros. Hannah, la criada, era quien<br />

me visitaba con más frecuencia. Su presencia me disgustaba comprendiendo que ella<br />

habría preferido verme marchar y que sentía prevención contra mí. Diana y Mary<br />

entraban en la alcoba una o dos veces al día. A veces les oía comentar:<br />

-Hicimos bien en acogerla.<br />

-Sí, porque de lo contrario hubiese aparecido muerta en el umbral al día<br />

siguiente. ¿Qué le habrá sucedido? -Azares de la vida, supongo... ¡Pobrecita!<br />

-No parece una persona ineducada. Habla con corrección y las ropas que se quitó<br />

eran bastante finas. -Su cara es agradable, a pesar de lo demacrada que está. Imagino<br />

que, sana y animada, debe tener un aspecto muy agradable.<br />

Nunca les oí lamentar la hospitalidad que me concedían ni expresar hacia mí<br />

sospecha alguna. Aquello me consolaba.<br />

John apareció sólo una vez, me examinó y dijo que mi estado era la<br />

consecuencia natural de una excesiva fatiga. Juzgó innecesario llamar al médico,<br />

asegurando que la naturaleza obraría por sí misma; que había sufrido un fuerte trastorno<br />

nervioso y que en cuanto reaccionase me repondría muy de prisa. Habló en términos<br />

concisos, añadiendo, tras una pausa, con tono de hombre poco acostumbrado a<br />

expansiones verbales:<br />

-Su semblante es poco vulgar y por cierto no el de un ser degradado.<br />

-Nada de eso -dijo Diana-. A decir verdad, John, quisiera que pudiésemos<br />

favorecerla de un modo más eficiente.<br />

-Eso quizá sea difícil -repuso él-. Probablemente averiguaremos que es una joven<br />

que ha tenido alguna riña con sus parientes e irreflexivamente les ha abandonado. Tal<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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