Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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Yo lo recordaba todo muy bien. En aquel momento estábamos en el cuarto de<br />
estudio. Adèle dibujaba. Me incliné sobre ella para guiarle la mano. Me miró con<br />
sobresalto.<br />
-¿Qué tiene usted, señorita? -dijo-. Sus dedos tiemblan y sus mejillas están<br />
encarnadas como las cerezas... -Es que al inclinarme estoy en una posición incómoda,<br />
Adèle.<br />
Ella continuó dibujando y yo me sumí otra vez en mis pensamientos.<br />
Me apresuré a eliminar de mi mente la desagradable idea que había formado a<br />
propósito de Grace Poole. Comparándome con ella, concluí que éramos muy diferentes.<br />
Bessie Leaven decía que yo era una señora, y tenía razón: lo era. Y ahora yo estaba<br />
mucho mejor que cuando me viera Bessie: más gruesa, con mejor color, más viva, más<br />
animada, porque tenía más esperanzas y más satisfacciones.<br />
«Ya está oscureciendo -medité, acercándome a la ventana-, y en todo el día no he<br />
visto ni oído a Mr. Rochester. Seguramente le veré antes de la noche. Por la mañana lo<br />
temía, pero ahora estoy impaciente por reunirme con él.»<br />
Mi impaciencia se acrecentó cuando se hizo noche cerrada y Adèle se marchó a<br />
jugar con Sophie. Yo esperaba oír sonar la campanilla, esperaba que Leah me avisase<br />
para que bajara, hasta esperaba que el propio Mr. Rochester llamase a mi puerta... Pero<br />
la puerta seguía cerrada y nadie entraba, sino la oscuridad de la noche a través de la<br />
ventana. Aún no era muy tarde: sólo las seis, y él a veces no enviaba por mí hasta las<br />
siete o las ocho. ¡Era imposible que no me mandara a llamar una noche en que tenía<br />
tanto de que hablarle! Era preciso preguntarle sobre Grace para ver lo que respondía;<br />
era preciso preguntarle francamente si creía que era la culpable del odioso atentado de<br />
la noche anterior y, en tal caso, por qué deseaba guardar el secreto.<br />
Al fin se sintió un paso en las escaleras y Leah se presentó, pero sólo para<br />
anunciarme que el té estaba servido en el gabinete de Mrs. Fairfax. De todos modos, me<br />
alegré de bajar, pensando que ello me acercaba a la presencia de Mr. Rochester.<br />
-Vaya, tome su té -dijo la buena señora cuando me vio-. Hoy ha comido usted<br />
muy poco. Temo que no se encuentre usted bien. Parece un poco agitada.<br />
-¡Oh, nunca me he sentido mejor! -Demuéstremelo con su buen apetito. ¿Quiere<br />
servir el té mientras yo arreglo la labor?<br />
Cuando lo hubo hecho, corrió las cortinillas de la ventana, lo que sin duda no<br />
había efectuado antes para aprovechar lo más posible la luz del día.<br />
-La noche es clara, aunque no hay estrellas -dijo, mirando a través de los<br />
cristales-. Mr. Rochester ha tenido buen tiempo para su viaje.<br />
-Pero ¿se ha marchado Mr. Rochester? No lo sabía. -Se fue en seguida de<br />
desayunar. Ha ido a casa de Mr. Eshton, en Leas, diez millas más allá de Millcote. Creo<br />
que se reunirá allí con Lord Ingram, Sir Jorge Lynn, el coronel Dent y otros.<br />
-¿Cree que volverá esta noche?<br />
-No, ni mañana. Pasará fuera una semana o más. Cuando esas gentes distinguidas<br />
se reúnen, se divierten tanto y están tan a gusto que no ven nunca la hora de separarse.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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