Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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-Ignoro cuanto se refiere a ese caballero, ya que la carta no le menciona más que<br />
para citar el ilegal propósito que le he referido. Más vale que pregunte usted el nombre<br />
de la institutriz y el motivo que requiere su aparición.<br />
-Pero ¿no han ido a Thornfield Hall? ¿No han visto a Mr. Rochester?<br />
-Creo que no. -¿Y entonces...?<br />
-Mr. Briggs dice que la contestación a su carta dirigida a Thornfield no la envió<br />
Mr. Rochester, sino una señora llamada Alice Fairfax.<br />
Me sentí desmayar. Mis peores temores se habían confirmado. Seguramente él<br />
había abandonado Inglaterra y erraba a la sazón por el continente. ¿Y qué bálsamo<br />
buscaría para sus sufrimientos, qué objeto encontraría en que desahogar sus pasiones?<br />
No me atreví a darme la respuesta. ¡Pobre amado mío, aquél a quien casi llegara a estar<br />
unida, aquél a quien llamara una vez «mi querido Edward»!<br />
-Ese Rochester debe de ser un mal hombre -comentó Rivers.<br />
-No le conoce usted. No puede juzgarle -contesté con calor.<br />
-Bien -repuso serenamente-. Tengo otras cosas en qué pensar antes que en él...<br />
Debo concluir mi historia. Y, puesto que no me pregunta el nombre de la institutriz, yo<br />
lo diré, y no de palabra, porque siempre son mejores las cosas por escrito.<br />
Volvió a sacar la cartera y de una de sus divisiones extrajo una delgada tira de<br />
papel, en la que reconocí, por sus manchas de azul ultramar, ocre y bermellón, el borde<br />
de la hoja que Rivers cortara en mi casa el día antes. Y en él, escrito en tinta china, de<br />
mi puño y letra, se leía <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong>, mi propio nombre, que yo había escrito allí en un<br />
momento de distracción, sin duda.<br />
-Briggs me habla de una <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong> -siguió Rivers-, anuncios hablan de una <strong>Jane</strong><br />
<strong>Eyre</strong> y yo conozco a una <strong>Jane</strong> Elliott. Confieso que tenía algunas sospechas, pero sólo<br />
ayer tuve la certidumbre. ¿Qué? ¿Renuncia usted a ese nombre supuesto?<br />
-Sí, sí, pero ¿dónde está Briggs? Él sabrá de Rochester más cosas que usted.<br />
-Briggs está en Londres y dudo que sepa nada de Rochester, porque no es en él<br />
quien está interesado. Y veo que olvida usted los motivos que Briggs tiene en hallarla...<br />
-¿Qué quiere de mí?<br />
-Sólo advertirla que su tío <strong>Eyre</strong>, que vivía en Madera, ha muerto, que ha legado a<br />
usted todos sus bienes y... ya nada más.<br />
-¿Sus bienes? ¿A mí? ¿Conque soy rica? -Sí.<br />
-Siguió un silencio.<br />
-Ahora es preciso que pruebe usted su identidad -concluyó John Rivers-. Los<br />
bienes están invertidos en títulos públicos de Inglaterra. Briggs tiene el testamento y la<br />
documentación necesaria.<br />
He aquí que mi suerte experimentaba un nuevo cambio. Es una agradable cosa,<br />
lector, pasar en un momento de la indigencia a la opulencia, pero, sin embargo, al recibir<br />
la noticia, no hay por qué saltar, gritar y enloquecer de alegría. La riqueza es un hecho<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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