Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
espirar aire fresco. Impaciente y angustiada, empujé el batiente. Mis ojos buscaron,<br />
ansiosos, a Helen. Temía encontrarla muerta.<br />
Contiguo al lecho de Miss Temple y medio tapada por sus cortinas blancas, había<br />
una camita. Divisé bajo las ropas de la cama una forma humana, pero la cara estaba<br />
cubierta por los tapices. La sirvienta a quien yo hablara en el jardín dormía, acomodada en<br />
una butaca. Una bujía a medio consumir ardía sobre la mesa. Miss Temple no estaba.<br />
Luego supe que había sido llamada para atender a una enferma que sufriera un acceso de<br />
delirio. Avancé; me detuve al lado de la cama. Mi mano tocó la cortina. Pero preferí<br />
hablar antes que mirar: me asustaba la posibilidad de encontrar un cadáver. -Helenmurmuré<br />
suavemente-: ¿Estás despierta? Ella se movió y separó las cortinas. Su rostro<br />
aparecía pálido y consumido, pero tranquilo como siempre. Me pareció tan poco<br />
cambiada, que mi temor se disipó instantáneamente.<br />
-¿Es posible que seas tú, <strong>Jane</strong>? -me dijo con su amable voz de costumbre.<br />
«No -pensé-: no es posible que vaya a morir. No moriría con esa serenidad ni<br />
hablaría como habla. Están equivocados».<br />
Me incliné sobre mi amiga y la besé. Su frente estaba helada. Sus mejillas, sus<br />
manos, sus muñecas, estaban heladas también y parecían transparentes. Pero su sonrisa<br />
era la habitual.<br />
-¿Cómo has venido, <strong>Jane</strong>? Son más de las once: las he oído dar hace algunos<br />
minutos.<br />
-He venido a verte, Helen. Me han dicho que estabas mala y no he podido<br />
dormirme sin hablarte primero.<br />
-Has llegado a tiempo de decirme adiós. Probablemente será el último.<br />
-¿Es que te vas, Helen? ¿Te llevan a tu casa? -Sí, a mi casa; a mi última casa, a<br />
la definitiva. -No, no, Helen-murmuré, acongojada.<br />
Y, mientras trataba de reprimir mis lágrimas, un golpe de tos acometió a mi<br />
amiga. No obstante, no despertó a la celadora. Cuando hubo pasado el acceso, me cuchicheó:<br />
-<strong>Jane</strong>, tienes los pies desnudos. Tápatelos con mi colcha.<br />
Lo hice así: ella me abrazó y permanecimos un rato juntas, muy apretadas. Ella<br />
dijo, luego, siempre en voz baja:<br />
-Soy feliz, <strong>Jane</strong>. No creas que me he disgustado cuando he oído decir que iba a<br />
morir. Todos hemos de morir alguna vez. Además, esta enfermedad no es cruel: hace<br />
sufrir poco y no perturba los sentidos. No dejo quienes me lloren. Tengo padre, pero<br />
últimamente ha vuelto a casarse y no me echará gran cosa de menos. Muriendo joven,<br />
me evito muchos sufrimientos. Yo no tengo cualidades ni dotes para abrirme camino en<br />
el mundo y estaría siempre, si viviese, cometiendo errores.<br />
-Pero ¿qué va a ser de ti, Helen? ¿Acaso sabes adónde vas a ir a parar?<br />
-Sí, lo sé, porque tengo fe. Voy a reunirme con Dios, nuestro creador. Me<br />
entrego en sus manos y confío en su bondad. Cuento con impaciencia las horas que<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
52