Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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él habló de adquirir un coche nuevo. A la anciana le resultaba muy rara la idea de que su<br />
señor se casase con Blanche Ingram, pero según oyera a todos, la boda no debía dilatarse<br />
mucho. «¡Muy incrédula eres! -comenté mentalmente-. ¡Yo no experimento duda alguna!»<br />
La cuestión inmediata a estudiar era adónde iría yo. Soñé por la noche con Blanche,<br />
que me cerraba las puertas de Thornfield y me señalaba el camino. Mr. Rochester nos<br />
miraba a las dos, cruzado de brazos, sonriendo sarcásticamente.<br />
No avisé a Mrs. Fairfax el día de mi regreso, porque no quería que enviasen coche<br />
alguno a buscarme a Millcote. Me proponía recorrer la distancia dando un paseo, y así,<br />
después de dejar mi equipaje al cuidado del dueño de la posada, a las seis de una tarde de<br />
junio eché a andar por el antiguo camino de Thornfield, que se deslizaba a través de los<br />
prados y era muy poco frecuentado entonces.<br />
A medida que iba caminando me sentía más contenta, hasta el punto de que más de<br />
una vez me detuve para preguntarme el motivo de tal alegría, ya que, en realidad, no me<br />
dirigía a mi casa ni a un lugar donde me aguardasen con impaciencia amigos cariñosos.<br />
«Mrs. Fairfax me acogerá con una tranquila sonrisa y Adèle me tomará las manos y<br />
comenzará a saltar cuando me vea -pensé-, pero la verdad es que ellas piensan en cosas<br />
distintas de mí, como yo pienso en cosas distintas de ellas.»<br />
En las praderas de Thornfield los labradores comenzaban a abandonar el trabajo y<br />
volvían a sus casas con las herramientas al hombro. Sólo me faltaba atravesar un par de<br />
prados antes de llegar a las verjas. Los setos de los bordes estaban llenos de rosas. Pero no<br />
me detuve a tomar ninguna, tanta era la prisa que sentía por llegar a la casa. Pasé bajo un<br />
alto zarzal que abovedaba el sendero con sus ramas de blancas florecillas, distinguí el<br />
estrecho portillo con escalones de piedra y vi... a Mr. Rochester sentado en ellos, con un<br />
libro y un lápiz en la mano. Estaba escribiendo.<br />
No era ciertamente un fantasma, y, sin embargo, sentí un estremecimiento nervioso<br />
y estuve a punto de perder el dominio de mí misma. ¿Qué hacer? Nunca había pensado que<br />
pudiera temblar de aquel modo ante su presencia, que perdiera así la voz y hasta el<br />
movimiento al verle. Me urgía retroceder, para no mostrarme ante él temblorosa como una<br />
tonta. Conocía otro camino para ir a la casa. Pero aunque hubiese conocido veinte, todo era<br />
inútil, porque él me vio antes de que pudiera retirarme.<br />
-¡Caramba! -exclamó-. ¿Conque está usted aquí? ¡Venga, venga!<br />
Supongo que debí ir, en efecto, aunque no sé cómo, pues me hallaba inconsciente de<br />
mis movimientos y sólo me ocupaba en fingir tranquilidad y en dominar los músculos de<br />
mi rostro que, insolentemente rebeldes a mi voluntad, se obstinaban en revelar lo que debía<br />
permanecer oculto. Pude, sin embargo, presentarme con la mayor compostura posible.<br />
-Conque <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong>, ¿eh? De Millcote y a pie... Es una de las peculiaridades de<br />
usted: no pedir un carruaje para venir por la carretera como una persona corriente, sino<br />
aparecer junto a su casa a la caída de la tarde, como una aparición... ¿Qué diablos ha estado<br />
haciendo todo este mes?<br />
-Estaba con mi tía, que ha muerto, señor.<br />
-¡Una contestación muy de <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong>! ¡Los ángeles, me ayuden! ¡Lo primero que<br />
me dice al encontrarnos es que viene de estar con muertos, en el otro mundo! Si me<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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