Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
No es agradable insistir en estos detalles. Según algunas personas, complace evocar<br />
los recuerdos penosos, pero a mí hoy me es insoportable revivir los tiempos que relato.<br />
Aquel rebajamiento moral, unido al sufrimiento físico, fue demasiado doloroso para mí. No<br />
censuro a ninguno de los que se negaron entonces a ayudarme. Si un pordiosero vulgar<br />
suele inspirar sospechas, un pordiosero bien vestido las inspira siempre. Verdad es que lo<br />
que yo pedía era trabajo, pero ¿cómo iban a preocuparse de tal cosa personas que me veían<br />
por primera vez? La mujer que no quiso cambiar un panecillo por mi pañuelo de seda tenía<br />
derecho a hacerlo si el cambio le parecía ventajoso o la oferta extraña.<br />
Poco antes de oscurecer pasé ante una granja. El granjero, a la puerta, estaba<br />
cenando pan y queso. Me detuve y le dije:<br />
-¿Quiere darme un poco de pan? Estoy hambrienta. Me miró asombrado y, sin<br />
contestar, cortó una delgada rebanada de pan y me la tendió. No creo que me considerase<br />
una pordiosera, sino más bien una señora extravagante, que sentía el capricho de probar su<br />
pan moreno. En cuanto estuve a alguna distancia, me senté y comí el pan.<br />
No teniendo esperanza de dormir bajo techado, pensé que debía dirigirme al bosque<br />
a que antes aludí. Pero mi descanso fue frecuentemente interrumpido. El suelo era duro, el<br />
aire frío y a menudo pasaban intrusos cerca de mí, y tenía que cambiar de sitio. Hacia la<br />
mañana empezó a llover y durante todo el día hubo mucha humedad. No me pidas, lector,<br />
un relato minucioso de aquella jornada. Como la anterior, anduve buscando trabajo, y como<br />
la anterior fui rechazada siempre. Como la anterior, me sentí extenuada, y como la anterior<br />
pude comer algo. Pasando a la puerta de una casita, vi a una niña echando restos de potaje<br />
frío en una gamella de las que se usan para los cerdos. Le dije:<br />
-¿Quieres darme eso?<br />
-¡Madre! -gritó la niña-. ¡Aquí hay una mujer que quiere el potaje!<br />
-Si es una mendiga, dáselo -contestó una voz desde dentro-. El cerdo está harto.<br />
La niña me entregó el recipiente y devoré su contenido con ansia.<br />
Al caer del húmedo crepúsculo me detuve al borde de un sendero por el que<br />
caminaba sin objeto hacía más de una hora.<br />
«Me faltan las fuerzas -monologué- y no podré seguir mucho más adelante. ¿Cómo<br />
pasar la noche? ¿Con la cabeza sobre el duro suelo mientras la lluvia me cala?, no obstante,<br />
no puedo hacer otra cosa, porque nadie me daría hospitalidad. Pero es de temer, dada mi<br />
postración, mi abatimiento y mi desesperanza, que me muera esta noche. Después de<br />
todo, ¿por qué no hacerme a la idea de morir? ¿Por qué esforzarse en prolongar una<br />
vida inútil? ¡Más no! ¡Debo vivir, porque Edward vive o creo que vive! No debo<br />
dejarme morir de hambre y de frío. ¡Oh, Dios mío, ayúdame, ayúdame un poco más!»<br />
Mis ojos contemplaron el sombrío y brumoso paisaje. Estaba lejos de la aldea y<br />
ésta no se distinguía ya. Los campos cultivados de sus cercanías habían desaparecido. A<br />
lo largo de atajos y senderos había llegado otra vez a las cercanías de la zona pantanosa<br />
y en mi torno sólo se divisaban míseros prados, casi tan silvestres y áridos como el<br />
páramo mismo.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
209