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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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Yo había temido algo peor aún: que estuviera loco. Haciendo un esfuerzo pude<br />

preguntar a mi interlocutor cómo había sucedido aquella desgracia.<br />

-Mr. Rochester era valeroso; no quiso salir hasta que todos lo hubieran hecho.<br />

Cuando, después de la muerte de su esposa, bajaba la escalera, después que los demás,<br />

el edificio se derrumbó. Se extrajo a Mr. Rochester de las ruinas, vivo, pero mal herido.<br />

Una viga había caído de modo que le protegió en parte. Sin embargo, había perdido un<br />

ojo y tenía una mano tan estropeada que Mr. Carter, el médico, hubo de amputársela<br />

inmediatamente. Acabó perdiendo también la vista del otro ojo sano. Así que ahora está<br />

ciego e inválido.<br />

-¿Dónde vive?<br />

-En Ferndean, una casa de campo que posee a treinta millas de aquí. Un sitio<br />

desolado, solitario. -¿Quién le acompaña?<br />

-El anciano John y su mujer. Mr. Edward está completamente aniquilado, según<br />

ellos dicen.<br />

posta.<br />

-¿Tiene usted algún medio de transporte? -Sí, señora; una excelente silla de<br />

-Mande engancharla en seguida y si su cochero puede llevarme a Ferndean antes<br />

de que anochezca, les pagaré, a él y a usted, el doble de la tarifa habitual.<br />

XXXVII<br />

Ferndean era un edificio antiguo, de regular tamaño y sin pretensiones<br />

arquitectónicas, situado en el fondo de un bosque. Rochester hablaba con frecuencia de<br />

aquella casa y la visitaba a veces. Su padre la había dedicado a albergue de caza.<br />

Hubiese querido alquilarla, pero la insalubridad de su situación lo impedía. Por tanto,<br />

Ferndean permanecía deshabitada y desamueblada, con excepción de dos o tres<br />

habitaciones, utilizadas por su dueño cuando iba a cazar.<br />

Llegué allí al caer de una tarde de cielo plomizo, viento frío y lluvia penetrante y<br />

continua. Recorrí a pie la última milla, después de despedir coche y cochero con la<br />

doble remuneración ofrecida. Aunque muy próxima a la casa, no la distinguía aún, tan<br />

espeso y sombrío era el bosque que la rodeaba. Atravesando una verja entre dos<br />

columnas de granito, me encontré bajo la oscura bóveda que formaba el ramaje. Un<br />

camino cubierto de hierba penetraba en el bosque entre intrincadas zarzas, bajo las<br />

apretadas ramas de los árboles. Lo seguí, esperando alcanzar pronto mi objetivo, pero a<br />

pesar de que avanzaba incesantemente, no veía por lado alguno señales de casa.<br />

Temí haber tomado una dirección equivocada o haberme extraviado. La<br />

oscuridad y la soledad del lugar me impresionaban. Miré en torno, en demanda de otro<br />

camino; no había ninguno. Sólo se distinguían gruesos troncos, espesos follajes y<br />

ningún claro.<br />

Continué. Al fin el bosque se hizo menos denso y hallé una empalizada y tras<br />

ella la casa, apenas visible entre los árboles, tan cubiertos de verdín y humedad estaban<br />

sus ruinosos muros. Pasando un portillo me encontré en un espacio abierto, rodeado en<br />

semicírculo por el bosque. No había flores ni césped; sólo un sendero enarenado<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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