Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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algún buen influjo sobre mí. Lo adiviné cuando la vi por vez primera... La gente dice que<br />
hay simpatías espontáneas; también he oído hablar de buenos genios... En esa leyenda hay<br />
algunos puntos de verdad. Querida bienhechora mía: buenas noches.<br />
En su voz vibraba una inusitada energía y en sus ojos ardía un insólito fuego.<br />
-Me alegro de haber estado despierta, señor -dije. Y traté de irme.<br />
-¿Ya se va? -Tengo frío, señor.<br />
-¿Frío? ¡Claro: estamos en un charco! Bueno, váyase.. .<br />
Pero no soltaba mi mano. Tuve que imaginar un pretexto.<br />
-Me parece haber sentido moverse a Mrs. Fairfax -dije.<br />
-Bien; váyase.<br />
Aflojó sus dedos y me dejó marchar.<br />
Volví a mi alcoba, pero no pude dormir. Mi imaginación flotó hasta la mañana en<br />
un mar alegre, pero turbulento, en el que olas de turbación sucedían a otras de grato<br />
optimismo. A trechos, más allá de las hirvientes aguas, parecíame divisar una plácida orilla,<br />
hacia la que de vez en cuando me impulsaba una fresca brisa. Pero otro viento que soplaba<br />
desde tierra me hacía retroceder. La sensatez trataba de oponerse al delirio, el criterio a la<br />
pasión. Incapaz de seguir acostada, me levanté en cuanto alboreó el día.<br />
XVI<br />
Al día siguiente yo temía, y a la vez deseaba, ver a Mr. Rochester. Ansiaba oír su<br />
voz de nuevo y me asustaba, sin embargo, presentarme ante él. Rochester, algunas veces,<br />
aunque pocas, solía entrar en el cuarto de estudio y permanecer en él, y yo estaba segura de<br />
que aquella mañana se presentaría.<br />
Pero la mañana transcurrió sin que nada interrumpiese los estudios de Adèle.<br />
Únicamente oí, antes de desayunar, algunas voces cerca del cuarto de Rochester: las del<br />
ama de llaves, de Leah, de la cocinera -que era la mujer de John- y el áspero acento del<br />
propio John. Se percibían exclamaciones tales como: «¡Por poco se abrasa el señor en su<br />
cama!» «Es peligroso dejar la luz encendida por la noche.» «¿No se habrá enfriado<br />
durmiendo en el sofá?», etcétera.<br />
A aquella conversación siguió algún movimiento en el cuarto y cuando pasé ante él<br />
para ir a comer, vi a través de la puerta abierta que todo había sido puesto en orden.<br />
Unicamente la cama carecía aún de cortinas. Leah estaba limpiando los cristales,<br />
empañados por el humo. Iba a hablarla para saber qué explicación se había dado del caso,<br />
cuando divisé, sentada en una silla y colocando las anillas de las nuevas cortinas del lecho,<br />
a Grace Poole.<br />
Permanecía taciturna como de costumbre, con su vestido oscuro, su delantal ceñido<br />
y su cofia. Estaba absorta en su trabajo, al que parecía dedicar todas las energías de su<br />
mente. En sus vulgares rasgos no se percibía la palidez ni la desesperación que debían<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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