Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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lumbre, un tomito negro, parecido a un devocionario. Leía en voz alta, como la mayoría de<br />
las viejas. Cuando entré no suspendió su lectura. Al parecer, quería terminar un párrafo.<br />
Me senté en la alfombra y me calenté las manos, que se me habían quedado ateridas.<br />
Me sentía tranquila como nunca. En el aspecto de la gitana no había nada de inquietante.<br />
Cerró el libro y me miró. Su pañuelo y las alas de su sombrero cubrían en gran parte su<br />
extraño rostro. Era oscuro y moreno; los bucles de su cabello colgaban sobre sus mejillas.<br />
Me examinó con escudriñadora mirada.<br />
-¿Quiere que le diga la buenaventura? -preguntó con voz tan penetrante como sus<br />
ojos y tan dura como sus facciones.<br />
-No me interesa nada, abuela: si usted quiere... Pero le confieso que no creo en<br />
ninguna de esas cosas. -Esperaba que tuviese usted ese descaro: lo he comprendido por el<br />
ruido de sus pies al cruzar el umbral. -¿Sí? Tiene usted buen oído.<br />
-Y buen ojo y buena cabeza. -Bastante falta le harán para su trato. -Especialmente<br />
cuando encuentro clientes como usted. ¿Cómo no se estremece? -Porque no tengo frío. -<br />
¿Cómo no palidece? -Porque no estoy mal.<br />
-¿Cómo no quería consultar mi ciencia? -Porque no soy una necia.<br />
La vieja emitió una carcajada cavernosa. Luego sacó una corta pipa y empezó a<br />
fumar. Después de haberse entregado a este placer, irguió su encorvado cuerpo, se quitó la<br />
pipa de los labios y, mirando fijamente el fuego, dijo subrayando las palabras:<br />
-Usted tiene frío, usted está enferma y usted es una necia.<br />
-Pruébemelo -dije.<br />
-Lo haré en pocas palabras. Tiene usted frío porque está muy sola; está mal, porque<br />
le falta el mejor de los sentimientos, el mayor y más dulce que puede experimentar el<br />
hombre, y es usted necia porque, sufriendo como sufre, no da una muestra ni inicia un paso<br />
para reunirse con el que la espera.<br />
Volvió a aplicarse la pipa a los labios y fumó con renovada energía.<br />
-Eso es fácil de aplicar a cualquiera que esté como yo empleada en una gran casa y<br />
no tenga familia. -Me sería fácil aplicarlo a casi todos los que dice, pero ¿con verdad?<br />
-Para quienes estén en mis circunstancias, sí. -Señáleme alguien que se encuentre<br />
precisamente en las circunstancias de usted.<br />
-Los hay a millares.<br />
-Difícilmente encontraríamos uno. No sé si sabe usted lo especialmente que se<br />
encuentra situada en la vida. Tiene la felicidad al alcance de su mano. Los elementos de ella<br />
están preparados; sólo es preciso un movimiento que los combine. Usted procura apartar las<br />
posibilidades. Deles una ocasión de florecer y fructificarán.<br />
-No sé adivinar enigmas. En mi vida no he acertado a descifrar ni un jeroglífico.<br />
-Si quiere que le hable más claramente, muéstreme la palma de su mano.<br />
-Supongo que tendré que darle una moneda de plata, ¿no?<br />
-Por supuesto.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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