Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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Su tipo respondía, en efecto, a la descripción del ama de llaves y a mi retrato: torso<br />
delicado, hombros bien contorneados, cuello gracioso, negros ojos y negros rizos. Pero su<br />
rostro era como el de su madre: idéntico ceño, idénticas facciones altaneras, idéntico<br />
orgullo, si bien no era un orgullo tan sombrío. Por el contrario, reía continuamente, con una<br />
risa desdeñosa que parecía constituir la expresión habitual de sus labios arqueados y altivos.<br />
Se asegura que el genio es orgulloso y consciente de sí mismo. Yo no. puedo<br />
asegurar si Miss Ingram era un genio, pero sí que estaba muy consciente y muy orgullosa<br />
de sí misma. Inició una discusión sobre botánica con la gentil señora Dent. Ésta parecía no<br />
haber estudiado semejante ciencia, limitándose a asegurar que le gustaban las flores, «y<br />
sobre todo las silvestres». En cambio, Miss Ingram entendía la materia y arrollaba a su<br />
interlocutora, gozándose en su ignorancia. Blanche podría ser inteligente, pero no era<br />
bondadosa. Tocaba bien, tenía buena voz, hablaba francés en apartes con su madre, y lo<br />
hablaba excelentemente, con mucha naturalidad y apropiado acento.<br />
Mary parecía ser más amable y sencilla que Blanche, así como era más suave de<br />
facciones y más blanca de tez (su hermana era morena como una española). Pero su rostro<br />
carecía de expresión y sus ojos de brillo. Apenas hablaba nada. Una vez sentada,<br />
permanecía inmóvil como una estatua en su pedestal. Las dos hermanas vestían ropas<br />
blancas como la nieve.<br />
¿Gustaría Blanche a Mr. Rochester? Yo no conocía su opinión en materia de belleza<br />
femenina. Si le agradaba lo majestuoso, necesariamente debía de agradarle Miss Ingram. La<br />
mayoría de los hombres debían de admirar a Blanche, y de que él la admiraba también<br />
parecíame tener evidentes pruebas. Para disipar la última sombra de duda me faltaba verles<br />
juntos.<br />
Ya habrás supuesto, lector, que Adèle no permaneció quieta ni muda. En cuanto<br />
entraron las señoras, avanzó hacia ellas, hizo una solemne reverencia y dijo con gravedad:<br />
-Buenas noches, señoras.<br />
Miss Ingram la miró burlonamente y exclamó: -¡Uy, qué muñequita!<br />
Lady Lynn observó:<br />
-Debe de ser la niña que tiene a su cargo Mr. Rochester. Nos ha hablado antes de<br />
ella. Es una francesita... Mrs. Dent tomó a Adèle por la mano y la dio un beso. Amy y<br />
Louisa Eshton gritaron a la vez:<br />
-¡Qué encanto de niña!<br />
Y la llevaron a un sofá, donde la pequeña se sentó, charlando alternadamente en<br />
francés y en inglés chapurreado y atrayendo no sólo la atención de las jóvenes, sino<br />
también la de Lady Lynn y Mrs. Eshton.<br />
Fue servido el café y se llamó a los hombres. Me senté a la relativa sombra de las<br />
cortinas de las ventanas, que me ocultaban a medias. La aparición en grupo de los<br />
caballeros fue tan imponente como la de las señoras. Todos vestían de negro. La mayoría<br />
eran altos, y algunos muy jóvenes. Henry y Frederick Lynn eran dos muchachos elegantes,<br />
y el coronel Dent un hombre de aspecto marcial. Mr. Eshton, magistrado del distrito, tenía<br />
un aspecto muy señorial. Sus cabellos, completamente blancos, y sus cejas y patillas,<br />
negras aún, le daban la apariencia de un pére noble de théàtre. Lord Ingram, como sus<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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